AMIGO
¡Sublime gracia de Dios que a un pecador salvó!
¡Dulce la voz que sanó a un cuitado como yo!
Ciego era, más veo hoy, perdido estaba y Él me encontró.
Su gracia me enseñó a temer y del temor me sacó su gracia
¡Qué preciosa se me hacía: qué, de no creer, creía!
En peligros y aflicciones, su gracia me libró;
en trabajos, trampas y engaños mis dudas siempre ahuyentó.
Seguro hasta aquí me ha guiado y me llevará a casa su amor.
Y cuando allí por mil siglos, brillando cual brilla el Sol,
sus glorias esté aclamado cantaré a su gran amor
que de balde me salvó.
John Newton
Cooperación de:
Tinín y Raquel
No hay comentarios:
Publicar un comentario