EVANGELIO ORDINARIO 25
En el Evangelio de hoy, Lucas 16, 1-13; se hace una interesante reflexión sobre un "ídolo" de nuestra sociedad actual: el dinero. La
sociedad que conoció Jesús era muy diferente a la nuestra. Sólo las familias
poderosas de Jerusalén y los grandes terratenientes de Tiberíades podían
acumular monedas de oro y plata. Los campesinos apenas podían hacerse con
alguna moneda de bronce o cobre, de escaso valor. Muchos vivían sin dinero,
intercambiándose productos en un régimen de pura subsistencia.
En
esta sociedad, Jesús habla del dinero con una frecuencia sorprendente. Sin
tierras ni trabajo fijo, su vida itinerante de Profeta dedicado a la causa de
Dios le permite hablar con total libertad. Por otra parte, su amor a los pobres
y su pasión por la justicia de Dios lo urgen a defender siempre a los más
excluidos.
Habla
del dinero con un lenguaje muy personal. Lo llama espontáneamente «dinero
injusto» o «riquezas
injustas». Al
parecer, no conoce "dinero limpio". La riqueza de aquellos poderosos
es injusta porque ha sido amasada de manera injusta y porque la disfrutan sin
compartirla con los pobres y hambrientos.
¿Qué
pueden hacer quienes poseen estas riquezas injustas? Lucas ha conservado unas
palabras curiosas de Jesús. Aunque la frase puede resultar algo oscura por su
concisión, su contenido no ha de caer en el olvido. «Yo os digo: Ganaos amigos con
el dinero injusto para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas».
Jesús
viene a decir así a los ricos: "Emplead vuestra riqueza injusta en ayudar
a los pobres; ganaos su amistad compartiendo con ellos vuestros bienes. Ellos
serán vuestros amigos y, cuando en la hora de la muerte el dinero no os sirva
ya de nada, ellos os acogerán en la casa del Padre". Dicho con otras
palabras: la mejor forma de "blanquear" el dinero injusto ante Dios
es compartirlo con sus hijos más pobres.
Sus
palabras no fueron bien acogidas. Lucas nos dice que «estaban oyendo estas cosas
unos fariseos, amantes de las riquezas, y se burlaban de él». No entienden el mensaje de
Jesús. No les interesa oírle hablar de dinero. A ellos sólo les preocupa
conocer y cumplir fielmente la ley. La riqueza la consideran como un signo de
que Dios bendice su vida.
Aunque
venga reforzada por una larga tradición bíblica, esta visión de la riqueza como
signo de bendición no es evangélica. Hay que decirlo en voz alta porque hay
personas ricas que de manera casi espontánea
piensan que su éxito económico y su prosperidad es el mejor signo de que
Dios aprueba su vida.
Un
seguidor de Jesús no puede hacer cualquier cosa con el dinero: hay un modo de
ganar dinero, de gastarlo y de disfrutarlo que es injusto pues olvida a los más
pobres.
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