PAGAR EL PRECIO
La mayoría de nosotros quiere ver grandes resultados en su vida, pero pocos están dispuestos a pagar el precio que eso conlleva. A veces queremos que las cosas sean tan fáciles como orar y que en escasos instantes nuestra petición sea atendida. Pero, ¿qué pasa si las cosas no son tan fáciles? ¿estamos dispuestos a pagar el precio que los resultados queridos exigen?
La historia de David para ser elegido rey de Israel es un buen ejemplo para esto. Recordemos, Samuel lo unge como rey, pero con un pequeño inconveniente, ya había uno, Saúl. Lo cual significaba que la promesa divina de hacerlo rey no sería de resultados inmediatos, era todo un proceso; ¿aguantaría David el momento y pagaría el precio por ello? Samuel observa a David, un pastorcillo, delgado, infravalorado por sus propios padres, lo compara a sus guerreros fornidos, altos y resueltos, ¿cómo podría ser el elegido de Dios? ¿Cómo saber que de este joven saldrá el mejor rey de la historia de Israel? La Biblia nos habla de las penalidades que durante años pasó David, perseguido a muerte por Saúl, con un panorama a menudo desolador, que no tenían nada que ver con la promesa recibida, pero confiado en que Dios cumplirá.
Esta historia es una de las más bellas, porque demuestra el lado más humano de los siervos de Dios, ese lado que no se quiere demostrar pero no podemos ocultar. Quizás Dios nos prometa cosas hermosas y las queremos ahora mismo o en poco tiempo; pero, ¿y si primero pagamos su justo precio cueste lo que cueste? David pagó ese precio, en cada crisis, en cada soledad, que le sirvió para madurar, para forjarse como un hombre que gobernaría de forma única su pueblo, se forjó en base a errores y debilidades humanas. David pagó el precio.
Nos podemos desesperar viendo que lo prometido no llega, ni hay señales de que se cumpla, nuestros esfuerzos parecen vanos y entonces porqué no nos preguntamos ¿estamos pagando el precio? Pueden ser años, con momentos de soledad, con comentarios negativos de la gente sobre nuestros sueños o anhelos; eso debe forjar nuestro carácter en busca de aquello que Dios precisa de nosotros. Es esos momentos cuando debemos estar convencidos de que Dios cumplirá.
Del libro "¿Estás dispuesto a pagar el precio?"
Enrique Monterroza
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