EL MUNDO
Para vivir en el
mundo…
No, siempre, es bueno
brindarle lo que nos pide ni dejarnos siempre medir por su ley.
No exige
secundar ciegamente los caminos que los tecnócratas nos preparan vacíos de
referencia a Dios y a sus indicaciones.
No es imperativo,
desde luego, decir ¡amén! a todo lo que nos rodea y evitarnos así
conflictos o discusiones.
Dar vida al mundo…
Supone, en principio,
analizar la encrucijada en la que se encuentra.
Avanzar hacia un
progreso, bien entendido, que defienda la vida de su protagonista y artífice:
el ser humano.
Respetar aquella
iniciativa e impronta del que lo inspiró: DIOS.
Tener como punto de
referencia aquellas indicaciones de Dios que, más que mandatos, son recetas
para ser felices y hacer felices a los demás.
Ayudar con verdad al
mundo…
Conlleva luchar
contracorriente como lo hace un médico con el enfermo: analiza, juzga y
actúa....aunque el paciente se resista.
Acarrea
incomprensiones y críticas.
Volcarse en el mundo…
Supone aislarse, de
vez en cuando, en la cuarentena de la propia conciencia y de los criterios
personales.
Supone cargarse de
unos ideales sólidos puestos en tela de juicio por el relativismo que invade y
lo penetra todo.
Supone, además,
alimentarse de otras fuentes que no sean aquellas que se adquieren en el libre
mercado pero interesado del “te doy para que pienses y hagas lo que te digo yo”.
Trabajar por el mundo…
Es abrirse espacios de
libertad personal y oxigenada por la paz y la concordia.
Es denunciar y soldar
los puntos por donde la sociedad se va resquebrajando.
Es mojarse hasta la saciedad
en la reconquista de la felicidad perdida: el ser.
Es recordar el “no
matarás”.
¿Cómo podemos dar vida
al mundo?
No hay soluciones
mágicas. Ni tan siquiera nos sirven las apañadas y disfrazadas por el hombre.
La Cuaresma sigue siendo una puerta abierta por la que entramos para
descubrir que con el triunfo de Cristo en la Pascua el mundo puede recuperar
todo lo que ha ido perdiendo y, sobre todo, LA SALVACION (algo que en estos
días nos parece un imposible por lo menos con la exclusiva fuerza del ser
humano).
¿Por qué predicas
tanto si nadie te hace caso? dijo un oyente a un predicador. Y éste le
contestó: “predico porque si callase… el mundo me cambiaría a mí.”
P. Javier Leoz
No hay comentarios:
Publicar un comentario