LA VERDAD
Vivir con sinceridad
es decidirte a hablar con la verdad en la mano, aunque a veces te cueste; a no
valerte de una mentira para salir de una dificultad o librarte de una
responsabilidad; a no mentir para que los demás piensen algo bueno de ti; a
reconocer con honestidad cuando te has equivocado sin tratar de justificarte.
He aquí un camino exigente de grandeza moral.
El ambiente estaba
cargado de tensión. Rosa Elliot llegó a la cuarta ronda del concurso nacional
de ortografía. Se había pedido a la niña de 11 años que deletreara la palabra
"admisión". Ella lo hizo con tan suave voz que el jurado no fue capaz
de decidir si había pronunciado una "o" o una "a".
Discutieron por varios minutos escuchando la grabación. Por fin, el jefe de los
jueces preguntó: —¿Disculpa, Rosita, dijiste una letra "a" o una
"o"? La niña, con serenidad y sin titubear, contestó que había
pronunciado mal la palabra y bajó del escenario. Todo el auditorio aplaudió,
incluso los periodistas presentes. Los padres de Rosita estaban muy emocionados.
Aun vencida era victoriosa. En efecto, con el pasar de los años, ¡se escribió
más acerca de Rosa, que sobre el "desconocido" ganador del concurso!
Ser una persona que
ama la verdad, aun cuando ésta vaya en contra de uno, nos reviste de gran honor.
El honor es mejor que los honores Urge educar al niño a descubrir y gozar la
alegría que da hablar y actuar con la verdad, comprendiendo que no debe
avergonzarse de dar testimonio sincero de ella. Ojalá padres y maestros
asuman esta tarea básica.
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