NARANJAS Y OCÉANO
Es
muy oportuno para crecer en la fe practicar la oración de petición. Por ella
permites a Dios entrar en la trama concreta de tu vida. Sientes así la
presencia y cercanía del Señor en tus problemas cotidianos. A él no le molesta
estar presente en los mínimos detalles de tu existencia, porque te ama. Es
también un camino de sólida y auténtica humildad y sencillez.
En
un viaje por el océano, una señora se puso tan enferma por el mareo que el
médico le dijo que solo comiendo naranjas podría restablecerse. La señora, en
su debilidad dijo: —Doctor no se preocupe. Mi padre celestial me las enviará.
Yo voy a pedírselo ahora. —Pero, querida señora —contestó él— no olvide que nos
encontramos en medio del océano. —No importa, amigo mío; para Dios todo es
posible. Unas horas más tarde, el mismo doctor entraba corriendo hasta la
enferma, para poner a los pies de su cama un cesto colmado de naranjas. Como
pudo, nervioso y maravillado, explicó su procedencia. —Un buque averiado… Un
cargamento de naranjas en el buque…Un… —¡Un milagro de mi Padre celestial,
doctor! —le interrumpió la enferma.
Rezar
por cualquier necesidad —grande o pequeña, espiritual o material— te ofrece la
ocasión de verificar la proximidad de Dios. Él quiere librarte de tus angustias
y afanes y se pone a tu alcance para cualquier necesidad. De este modo entrarás
en una relación afectuosa, verdadera y concreta con Dios.
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