¿QUÉ ES NAVIDAD?
Navidad no
son los almacenes en oferta. Navidad no son los regalos que demos y recibimos,
ni las tarjetas que enviamos a los amigos, ni las fiestas que celebramos.
Navidad no son Papá Noel, ni santa Claus, ni los Reyes Magos que traen regalos.
Navidad no son las comidas especiales. Navidad no es ni siquiera el pesebre que
construimos, ni la novena que rezamos, ni los villancicos que cantamos alegres.
Navidad es
Dios que se hace hombre como nosotros porque nos ama y nos pide un rincón de
nuestro corazón para nacer. Por eso, ser hombre es tremendamente importante,
pues Dios quiso hacerse hombre. Y hay que llevar nuestra dignidad humana como
la llevó el Hijo de Dios Encarnado. Por eso, Navidad es tremendamente exigente
porque Dios pide a gritos un hueco limpio en nuestra alma para nacer un año
más. ¿Se lo daremos?
Navidad es
una joven virgen que da a luz al Hijo de Dios. Por eso, dar a luz es
tremendamente importante a la luz de la Encarnación, porque Dios quiso que una
mujer del género humano le diese a luz en una gruta de Belén. Tener un hijo es
tremendamente comprometedor, pues Jesús fue dado a luz por María. No es lo
mismo tener o tener un hijo; no es lo mismo querer tenerlo o no tenerlo.
Navidad invita al don de la vida, no a impedir la vida.
Navidad es
un niño pequeño recostado en un pesebre. Por eso es tan tremendamente
importante ser niño, y niño inocente, al que debemos educar, cuidar, tener
cariño, darle buen ejemplo, alimentarle en el cuerpo y en el alma… como hizo
María. Y no explotar al niño, y no escandalizar a los niños, y no abofetear a
los niños, y no insultar a los niños.
Navidad son
ángeles que cantan y traen la paz de los cielos a la tierra. Por eso, es
tremendamente importante hacer caso a los ángeles, no jugar con ellos a
supersticiones y malabarismos mágicos, sino encomendarles nuestra vida para que
nos ayuden en el camino hacia el cielo y hacerles caso a sus inspiraciones. Por
eso es tremendamente importante ser constructores de paz y no fautores de
guerras.
Navidad son
pastores que se acercan desde su humildad, limpieza y sencillez. Por eso, es
tremendamente importante que no hagamos discriminaciones a nadie, y que si
tenemos que dar preferencia a alguien que sean a los pobres, humildes,
ignorantes. Quien se toma en serio la Encarnación del Hijo de Dios tiene que
dar cabida en su corazón a los más desvalidos de la sociedad, pues de ellos es
el Reino de los cielos.
Navidad es
esa estrella en mi camino que luce y me invita a seguirla, aunque tenga que
caminar por desiertos polvorientos, por caminos de dudas cuando desaparece esa
estrella. La Encarnación me compromete tremendamente a hacer caso a todos esos
signos que Dios me envía para que me encamine hacia Belén, siguiendo el
claroscuro de la fe.
Navidad es
anticipo de la Eucaristía, porque allí, en Belén, hay sacrificio y ¡cuán
costoso!, y banquete de luz y virtudes, y ¡cuán surtidas las virtudes de Jesús
que nos sirve desde el pesebre: humildad, obediencia, pureza, silencio,
pobreza…; y las de María: pureza, fe, generosidad… y las de José: fe, confianza
y silencio!, y Belén es, finalmente, presencia que consuela, que anima y que
sonríe. Belén es Eucaristía anticipada y en germen. Belén es tierra del pan… y
ese pan tierno de Jesús necesitaba cocerse durante esos años de vida oculta y
pública, hasta llegar al horno del Cenáculo y Calvario. Y hasta nosotros llega
ese pan de Belén en cada misa. Y lo estamos celebrando en la Eucaristía.
Navidad es
ternura, bondad, sencillez, humildad. Por eso, meterse en Belén es
tremendamente comprometedor, pues Dios Encarnado sólo bendice y sonríe al
humilde y sencillo de corazón.
Navidad es
una luz en medio de la oscuridad. Por eso, la Encarnación es misterio tremendo
que nos ciega por tanta luz y disipa todas nuestras zonas oscuras. Meterse en
el portal de Belén es comprometerse a dejarse iluminar por esa luz tremenda y
purificadora.
Navidad es
esperanza para los que no tienen esperanza. Por eso, la Encarnación es misterio
tremendo que nos lanza a la esperanza en ese Dios Encarnado que nos viene a dar
el sentido último de nuestra vida humana.
Navidad es
entrega, don, generosidad. Dios Padre nos da a su Hijo. María nos ofrece a su
Hijo. Por eso, quien medita en la Encarnación no puede tener actitudes tacañas.
Navidad es
alegría para los tristes, es fe para los que tienen miedo de creer, es
solidaridad con los pobres y débiles, es reconciliación, es misericordia y
perdón, es amor para todos. ¿Entendemos el tremendo compromiso, si entramos en
Belén?
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