JUBILEO EXTRAORDINARIO DE LA MISERICORDIA
El
pasado mes de marzo de 2015, en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco
anunció la convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. El
propio Papa Francisco lo justificaba de esta forma: "He anunciado un
Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia,
para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes", en un
momento en que la Iglesia vive un tiempo de nueva evangelización. Se trata de
renovar el espíritu del Concilio Vaticano II en su quincuagésimo aniversario;
ya que con el Concilio "la Iglesia sintió la responsabilidad de ser en el
mundo signo vivo del amor del Padre"; ahora "la Iglesia siente la
necesidad de mantenerlo vivo".
Se
iniciará con la apertura de la Puerta Santa en el Vaticano durante la
solemnidad de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre de 2015. Finalizará
el 20 de noviembre de 2016, domingo en el que se celebrará la Solemnidad de
Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. Posteriormente, el tercer domingo de
Adviento, se abrirá la Puerta Santa de la catedral de Roma, así como la
basílica de San Juan de Letrán y sucesivamente se abrirá la Puerta Santa en las
otras Basílicas Papales.
Ese
mismo domingo, se establece que cada Iglesia particular abra, para todo el Año
Santo, una Puerta de la Misericordia equivalente a la Catedral, que es la
Iglesia Madre para todos los fieles, o en la iglesia principal de la ciudad o
en una iglesia de significado especial o santuario.
El
Jubileo, por tanto, será celebrado en Roma y también en las Iglesias del resto
del mundo como signo visible de la comunión de toda la Iglesia.
El
lema de este año santo jubilar es "Misericordiosos como el Padre".
El propio Papa Francisco dice que "es mi vivo deseo que el pueblo de Dios
reflexione durante el Jubileo sobre obras de misericordia corporales y
espirituales". Redescubrir las obras de misericordia corporales: dar de
comer al que pasa hambre, acoger al forastero, asistir a los enfermos y visitar
a los presos, etc. Y obras de misericordia espirituales: dar consejo a quien lo
necesite, consolar al afligido, corregir al que se equivoca, perdonar ofensas,
rezar por los vivos y los difuntos...
Durante
este año, los fieles querrán atravesar la Puerta Santa con la posibilidad de
adquirir la indulgencia plenaria. Sin embargo, el Regente de la Penitenciaría
Apostólica, obispo Krzysztof Nykiel, recordó que el verdadero perdón llega con
la Confesión: «Durante el Jubileo extraordinario de la Misericordia, el
confesionario será la Puerta Santa del alma. Y la celebración del sacramento de
la Reconciliación será la ocasión para un encuentro vivo y verdadero con Cristo
Misericordioso».
El
prelado señaló que este Jubileo será un año propicio para redescubrir la
centralidad del sacramento de la Confesión en la vida de la Iglesia: «Todo el
que quiera experimentar la alegría de sentirse acogido y amado por Dios deberá,
en efecto, acercarse al confesionario, porque principalmente a través de este
sacramento, Dios se manifiesta al hombre como Padre que no se cansa nunca de
perdonar y de salvar».
Por
ello –afirmó Mons. Nykiel– «todos los peregrinos que lleguen a Roma para
obtener la indulgencia plenaria, deberán pasar a través de la Puerta Santa de
la Basílica de San Pedro, pero para que el fiel obtenga la absolución de los
pecados y experimente la alegría del perdón de Dios, deberá pasar a través de
las puertas del confesionario».
Durante
el Año Santo, el Papa Francisco enviará por todo el mundo a los «misioneros de
la misericordia», sacerdotes con la autoridad para perdonar también «los
pecados que están reservados a la Santa Sede», es decir: «pecados que comportan
la pena automática de la excomunión cuya remisión está reservada a la Sede
Apostólica», y que por tanto necesitan ser sometidos generalmente al juicio de
la Penitenciaría Apostólica para ser absueltos, como la profanación de la
Eucaristía; la violación del secreto de confesión; la consagración del Obispo
sin autorización; y la ofensa al Pontífice. También el pecado del aborto, que
implica la excomunión pero que no está reservada la absolución a la Sede
Apostólica sino al obispo o un delegado suyo.
Sobre
las «condiciones» para absolver de estos pecados son las mismas que se piden
para la absolución de otros pecados, es decir «el arrepentimiento y el deseo de
recomenzar en la vida cristiana».
Los
misioneros de la misericordia estarán presentes en todas las diócesis como
"signo vivo de cómo el Padre acoge a todo aquel que busca el perdón".
Es
realmente providencial y de la máxima importancia, pues la confesión –decía el
venerable obispo Tihamér Tóth– «es bendición no solamente para el individuo,
sino también para la sociedad. El síntoma más alarmante del hombre de nuestros
días es precisamente que se ha oscurecido en él la conciencia del pecado y se
ha debilitado el deseo de purificación".
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