YO SOY EL QUE SOY
Moisés está en el desierto, se halla fugado por defender a un compañero maltratado, allí es donde se le aparece Dios y le encomienda uno de los acontecimientos más impresionantes de la historia: la salida de Egipto. Dios se le presenta en la zarza ardiendo y le propone un proceso: “Quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado”. Quítate las seguridades falsas, despréndete de muchas cosas para entrar en la Vida que es sagrada y no necesita el añadido de adjetivos (religiosa, cristiana, espiritual…), simplemente es la Vida.
Dios que es el Dios de la historia, de los padres, el Dios de Abraham, Isaac, Jacob; el Dios de la Vida: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a liberarlos de los egipcios y sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel”. Separamos con frecuencia la fe de la vida, haciendo de Dios algo anticuado o del pasado, algo abstracto por eso Moisés pregunta: “Si ellos me preguntan cómo se llama este Dios, ¿qué les respondo? Dios dijo a Moisés: Yo soy el que soy. Esto dirás a los israelitas: Yo soy me envía a vosotros”.
El texto del Evangelio de este domingo supone un cambio de mentalidad, algunos piensan que las desgracias que ocurren es por ser pecadores o más culpables que otros. Jesús nos recuerda: “Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera”. La parábola de la higuera estéril que nos cuenta a continuación, acentúa la misericordia y la paciencia de Dios ante la pereza humana, pero aún nos deja tiempo: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás”. La cuaresma es tiempo de regar, arar, cultivar, abonar… (orar, celebrar, meditar…) y hacer presente la liberación allí donde está la vida: la familia, el trabajo, la oficina, la escuela, la parroquia, los vecinos, las instituciones públicas.
Termina la segunda lectura de hoy a los Corintios: “Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga”. Caminemos descalzos, ante la zarza ardiente de Dios, que es fuego y luz y en el terreno sagrado de la vida de los hermanos, sobre todo de los que sufren. Tendremos un largo camino que recorrer, para cambiarnos como Moisés, por dentro de nosotros mismos y prestemos sobre todo atención a los signos a través de los cuales en Señor habla.
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