AFECTOS A UN PECADOR ARREPENTIDO
¿Hasta cuándo mi torpe desvarío
abusará, Señor, de tu clemencia?
Que parece que aprendo en tu
paciencia
más libertad que diste a mi
albedrío.
Juzga, corrige, enmienda el error
mío,
antes que se pronuncie la sentencia;
no llegue a mi postrera negligencia
la primera señal de tu desvío.
Tú me diste tu imagen, mi pecado
la borró: mas ¡ay triste!, no
perezca
tu retrato en mi ciega destemplanza.
Vuelva a imprimir tu sangre lo
borrado;
y para que la imagen permanezca,
defiéndame de mí tu semejanza.
Antonio Solís Rivadeneira.
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