¿QUIÉN QUEREMOS SER?
Cuando alguien se plantea qué tipo de persona quiere
ser, y cómo lograrlo, se enfrenta a cuestiones importantes.
Su acierto en el vivir estará muy ligado a no eludir
esas preguntas. No basta con pensar un poco en ellas, pues muchas personas
fracasan en su vida -escribió Tomás Moro- no por haberse negado a
pensar en esas cuestiones, sino por haber pensado poco en ellas.
—Entonces, ¿hay que estar planteándose continuamente
cómo se debe ser?
Continuamente quizá no, porque acabaría por ser algo
enfermizo. Pero si eludimos de modo habitual esas preguntas sobre el sentido de
nuestra vida, o si escondemos zonas de nuestra vida a la luz de esas cuestiones
fundamentales, estaríamos acotando en nosotros una especie de área de
autoengaño.
—Pero aunque pienses en eso, no es fácil aclararse en
lo que debes hacer.
A veces puede haber dudas, pero lo habitual es que el
contraste entre el bien y el mal acabe apareciendo con claridad para quien
busca con rectitud. No se trata, como es lógico, de dividir la humanidad entre
santos y demonios; la cuestión es dejarse guiar o no por la honestidad. Además,
también se aprende de los errores.
—Pero hay una fuerte presión del ambiente, y a veces
casi parece que ser bueno equivale a ser tonto.
A veces puede parecerlo, y efectivamente la presión
del ambiente tiene mucha fuerza. Ya lo decía Chesterton: "¡Es tan
sencillo, tan fácil y agradable entregarse en las manos del conformismo...; y
tan duro, en cambio, atreverse a ser lo que se es, y a creer lo que se cree,
por la fidelidad a nuestra propia alma...!".
Por naturaleza, todo hombre busca el bien. El innato
deseo humano de felicidad nos lleva hacia él. El mal en sí es algo negativo, y
no puede, por tanto, ejercer atracción ninguna sobre el hombre. Lo que sucede
es que el mal no suele presentarse químicamente puro, sino mezclado con cosas
buenas, y nos atrae por los destellos de bien que lo recubren. Pero también en
esto se demuestra la inteligencia, pues, al fin y al cabo, la manera más
inteligente de utilizar la inteligencia es ser éticamente bueno.
Tenemos el mal pegado al cuerpo, y la lucha contra él
no es nada sencilla. Por eso no debemos menospreciar ninguna ayuda. Y la de
Dios es importante.
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