LA MONEDA
El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación
generosa a los demás encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado
por ti mismo y tu propio entorno, si vives para acumular dinero y comodidades,
no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá
de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada.
Conversaba un hombre rico y alejado de la fe con un
sacerdote, que no era otro que el futuro Cardenal Newman, ya convertido del
anglicanismo a Roma. El rico se ufanaba de sus riquezas y de su indiferencia
religiosa. Newman tomó una hoja de papel y escribió: «Dios». —¿Ve lo que he
escrito en la hoja? El avaro contestó afirmativamente. Entonces el sacerdote
tomó una moneda de oro, la acomodó sobre la palabra escrita y preguntó de
nuevo: —¿Ve usted ahora lo que he escrito hace un momento? —No, ahora sólo veo
el dinero. —En efecto, la riqueza ciega, impide ver a Dios, ¿no le parece?
Cada día puedes ser generoso en acciones pequeñas.
Este propósito abre el corazón poco a poco, y descubres admirado que nunca
pierdes. Por el contrario te fortaleces y puedes superar el temor de ser
vulnerable. Practicar la generosidad ejercita al corazón: cuanto más se da, más
se fortalece. Recuerda que Jesús dijo: “Hay más alegría en dar que en recibir”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario