LA OTRA ORILLA
Cuántas veces ansiamos maravillosos jardines que se
ven a lo lejos en el horizonte, mientras nos olvidamos de aspirar la fragancia
y admirar la belleza del rosal plantado junto a nuestra ventana. Gran parte de
la infelicidad humana nace de no valorar todo lo que tenemos (tal esposa/o,
hijos, casa, auto, etc.) y dejarnos arrastrar por la envidia comparándonos con
los demás.
¿Por qué miras siempre hacia el otro lado? ¿Por qué
piensas siempre que los otros, amigos, conocidos y vecinos, son más dichosos, y
dices con ligereza: “A los otros les va mucho mejor, y yo doy lo mejor de mí y
no llego a nada”? La otra orilla siempre es más bella. Yace muy lejos. Como
petrificado, miras fijamente hacia la bella claridad. Jamás tuviste en cuenta
que también los de la otra orilla te observan y piensan que posees mucha más
felicidad, pues ellos solo ven tu parte agradable. Tus preocupaciones no las
conocen. Vivir feliz es un arte. Para ello conviene sentirse satisfecho. La
felicidad no está en la otra orilla. ¡Está en tu forma de ver tu orilla!
Aprecia la orilla donde Dios te puso, y no creas que la otra es la mejor, pues
Dios te puso donde debes estar.
Enumera tus bendiciones, todo lo positivo y
gratificante que hay en tu propia vida, y tendrás sentimientos de gratitud y
alegría que te harán feliz. Está siempre atento para no dejarte atrapar de la
insatisfacción y descontento que paralizarían tus energías. El desafío de tu
vida es florecer allí donde Dios te ha puesto, con la esposa/o que elegiste,
con los hijos que Dios te ha dado.
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