EL MUNDO ES TU SABOR
Tiempo de lunas,
de boquiabiertas sorpresas en la tarde,
de primavera azul y pan crujiendo,
de somnolientos ojos que entreabren
el temblor hacia el fin de adolescente.
Bien sabe el sol que todo lo escondía:
el mar, la acera, la risa, las muchachas…
Pero un viento detrás rompía los embalses.
Me miraste sin ojos.
Un fuego devoraba el envés de las cosas,
y el borde de tu manto por el polvo
cautivó indiferencias en tu cárcel.
Desde entonces las bocas me desarman
por encerrar la voz,
y a gritos, con ternura, piden hambre.
Que todo ser en ti conmigo es la penumbra,
una fusión sin límite,
un temblor que me crece y me deshace.
Sé que soy sólo por tus gestos,
y por mucho que el tiempo nos andara,
Jesús es quien me anda.
Abre ahora ventanas a la noche
del que sin nada es todo,
y el rojo del geranio por sus calles
va pidiendo lo inútil porque cante.
El viejo y la niñez que duermen dentro,
han consagrado el aire de perfumes,
que el mundo es tu sabor,
lo pobre rico, lo pequeño grande:
venderé mi memoria por un cáliz
donde con vino, con miedo, con canciones
me inunde la garganta de tu sangre.
Y hasta el dolor, la crápula, lo absurdo
voy a beber contigo, noticia de la luz,
porque los cojos anden.
Al borde de tu verso los hermanos
hemos nacido al sol.
Y el agua prometida y derramada
mana sin fuente al decir tu nombre.
Tú el pobre, el cautivo, el fusilado
que en un tiempo de lunas me llamaste.
Pedro Miguel Lamet.
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