SERVIR AL HOMBRE
Vuelven a la mente las palabras cargadas de
significado que san Juan XXIII pronunció en la apertura del Concilio para
indicar el camino a seguir: “En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere
usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad… La
Iglesia Católica, al elevar por medio de este Concilio Ecuménico la antorcha de
la verdad católica, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente,
llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella”.
En el mismo horizonte se colocaba también el beato
Pablo VI quien, en la Conclusión del Concilio, se expresaba de esta manera:
“Queremos más bien notar cómo la religión de nuestro Concilio ha sido
principalmente la caridad… La antigua historia del samaritano ha sido la pauta
de la espiritualidad del Concilio… Una corriente de afecto y admiración se ha
volcado del Concilio hacia el mundo moderno. Ha reprobado los errores, sí,
porque lo exige, no menos la caridad que la verdad, pero, para las personas,
sólo invitación, respeto y amor. El Concilio ha enviado al mundo contemporáneo
en lugar de deprimentes diagnósticos, remedios alentadores; en vez de funestos presagios,
mensajes de esperanza: sus valores no sólo han sido respetados sino honrados,
sostenidos, sus incesantes esfuerzos, sus aspiraciones, purificadas y
bendecidas… Otra cosa debemos destacar aún: toda esta riqueza doctrinal se
vuelca en una única dirección: servir al hombre. Al hombre en todas sus
condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades”
Papa Francisco. Misericordiae Vultus, n. 4
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