CEREBRO Y EDUCACIÓN
Muchos piensan que inculcar a una persona unos
principios morales preestablecidos es un modo de lavarle el cerebro. Dicen que
lo mejor es que cada uno vaya sacando de su experiencia personal sus propios
criterios morales.
Se puede entender que lavar el cerebro a una persona consiste
en disminuir su capacidad de juzgar razonadamente. Pero educar a las personas
para desarrollar el hábito de ser veraces, o generosas, o justas, o respetuosas
con los demás, no puede decirse que atente contra su capacidad de tomar
decisiones razonables. Es justamente al revés. Los buenos hábitos morales
refuerzan la capacidad de juzgar razonablemente.
Por el contrario, cuando faltan los hábitos morales
resulta más fácil que se extravíe la razón. Fue Lenin quien dijo aquello de que
"si queremos dominar a un pueblo, antes corromperemos su moralidad".
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