RENUNCIAR PARA SER MÁS LIBRE
Todo crecimiento va acompañado de renuncia, empezando
por el nacimiento cuando el bebé, con estridente llanto, deja el tibio y
acogedor claustro materno. Renuncia, desapego, corte, que nos proyectan a una
nueva etapa de maduración, a nuevos horizontes y a nuevas realidades que
plenifican a la persona.
Señor, tú sabes cómo me aferro a mis proyectos y me
obsesiono por las cosas que me propongo. Hoy quiero ser más libre. Ayúdame a
descubrir que aunque no se cumplan mis proyectos, tú me ayudarás a lograr lo
que necesito. Dios mío, tú eres el importante. Eres el infinito, que todo lo
sostienes con tu poder sin límites. Sólo tú mereces la adoración del corazón
humano y únicamente ante ti debo postrarme. Sólo tú eres el Señor, glorioso,
vestido de hermosura. No permitas que yo adore cualquier cosa como si fuera un
dios y no permitas que me aferre a mis esquemas y planes como si fueran
divinos. Sólo tú eres Dios, el único absoluto. Amén (Víctor M. Fernández).
Si tienes bien claro las prioridades de tu vida,
decidirás rápidamente cuándo es necesario desprenderte de algo muy querido que
traba tus objetivos no negociables. Por ejemplo, un joven al casarse debe
afrontar con valor el alejamiento del hogar paterno y ponerse a construir uno
nuevo. Es una renuncia en beneficio de un crecimiento y maduración.
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