HISTORIAS JUDICIALES
Entre nosotros con frecuencia las faltas de sinceridad
son celebradas como “viveza criolla”, feo vicio antisocial que ha vulnerado
nuestra buena imagen en el exterior. Y lo peor es que perdura entre nosotros
cuando aplaudimos al canchero, al piola, al madrugador, que son los “avivatos”
y “ventajitas” de las historietas cómicas. Sólo la verdad nos hará libres.
—¿Cuántos años tiene usted, señorita? –pregunta en un
juicio el presidente del tribunal a una solterona.
—Veinticinco recién cumplidos, señor.
—Bien, ahora que ya ha dicho su edad, ¿jura decir la
verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad?
Ser una persona que ama la verdad, aún si ésta va en
contra de uno, te reviste de gran honor. Y el honor es mejor que los honores.
Urge educar al niño a descubrir y gozar la alegría que da hablar y actuar con
verdad, reconociendo que no debe avergonzarse de dar testimonio sincero de
ella. Ojalá padres y maestros asuman esta tarea básica.
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