¿QUÉ ESPERAMOS, DE VERDAD?
Mucha gente está preguntando de Donald Trump. En todas
partes quieren saber qué tipo de presidente será. No tiene experiencia como
gobernante. No obstante tomará las riendas del país más poderoso en el mundo.
Habla mucho de cómo salvará los empleos norteamericanos. Pero los designados de
su gabinete parecen como capitalistas puros. Vamos a ver cómo es Donald Trump
en este año venidero. Por ahora, nos sirve como ejemplo. Como la gente se
pregunta de Trump, Juan Bautista se pregunta de Jesús en el evangelio de ayer.
Juan pensaba que Jesús era el Mesías cuando lo bautizó
en el río Jordán. Pero desde entonces Jesús no ha actuado como el Mesías que
Juan tenía en cuenta. No condena a los pecadores con gritos. Más bien, come con
ellos para sacar su arrepentimiento. Ni predica sermones apocalípticos. Más
bien, llama a sus seguidores “la sal de la tierra” y “la luz del mundo”. Por
eso Juan envía a sus discípulos a Jesús para preguntarle: “’¿Eres tú el que ha
de venir…’”?; es decir, el Mesías.
La duda de Juan sobre Jesús vale para nosotros. Al
menos algunos de nosotros tenemos otras expectativas para el Mesías basadas en
cómo leemos el evangelio. Que esbocemos tres posibilidades. Entonces
preguntaremos a nosotros mismos cuál de las tres corresponde lo mejor al
evangelio.
En el tiempo de Jesús mucha gente esperaba a un Mesías
político. Querían a un guerrero que podría expulsar al imperio romano de
Israel. Hoy en día algunos quieren que Jesús venga para castigar a los malvados
que les molestan. Pueden ser los vecinos que hacen ruido hasta muy noche o los
jóvenes que ven fumando cigarros. Pero Jesús nunca ha pretendido ser Mesías
guerrero. Por esta razón siempre dice a los testigos de sus hazañas: “no digan
nada a nadie”.
Varias personas esperan ahora a un Mesías que va a
llevar sus almas al cielo cuando mueran. Su única preocupación es evitar todo
tipo de pecado. Vienen al templo sólo para rezar por sí mismos. No les interesa
formar una comunidad para ayudar a los demás. Hay una pista –pero sólo una
pista– de esta expectativa del Mesías en la segunda lectura de la misa hoy.
Dice que hemos de esperar la venida del Señor como un labrador aguarda la
cosecha. El labrador va a rezar por las lluvias mientras espera. Por supuesto,
también tiene que preparar la tierra y sembrar las semillas, pero no hay
mención de ningún trabajo –el equivalente a obras buenas– en el pasaje.
La mayoría de nosotros deberíamos estar esperando a un
Mesías que va a cumplir nuestros esfuerzos. Es decir, hemos de servir a los demás en una
manera semejante a la de Jesús en el evangelio. Dice que Jesús se ocupa a
sí mismo cuidando a los ciegos, sordos, cojos, leprosos, y pobres. Si nos ve
continuando su socorro en la tierra, ciertamente nos reconocerá como suyos.
Entonces nos llevará consigo a su Reino.
Un cine reciente mostró a un futbolista con una
enfermedad terminal. Los médicos le dieron sólo cuatro años antes de que el
deterioro de sus músculos corte su vida. En lugar de esperar su fin como gentes
aguardando que la lluvia pare, él se dedicó a sí mismo a dos proyectos. Cómo la
sal de la tierra, él hizo la vida más agradable de otras personas sufriendo la
misma enfermedad pero sin sus recursos. Y como la luz del mundo este futbolista
grabó una serie de videos contando a su hijo bebé de sus esperanzas por él. Es
cómo Jesús va a reconocer a nosotros como los suyos: haciendo esfuerzos para
ayudar a los demás y contando a nuestros seres queridos de nuestro amor.
P. Carmelo Mele O.P.
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