Requisitos para la
oración conyugal
Y ante todo, para que pueda hablarse de oración “conyugal”,
es necesario que haya cónyuges, matrimonio verdadero, es decir un hombre y una
mujer unidos no sólo materialmente, sino espiritualmente -la unión visible será
el signo de la unión de sus almas.
Una disposición previa se requiere: que a la hora de la
oración cese todo disentimiento, que la paz entre los cónyuges se restablezca,
si fuera necesario. En un hogar que ha respondido a nuestra encuesta, los
esposos comienzan siempre su plegaria conyugal diciendo tres veces, como el
sacerdote en el altar: «Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten
misericordia de nosotros; danos la paz.» Y, como el sacerdote y el diácono en
la misa solemne, se den ellos también el beso de paz.
Segunda disposición: que marido y mujer renueven su fe en el
pacto que Cristo ha establecido con ellos, en su presencia en medio de ellos.
Que se den cuenta de que Cristo está impaciente por alabar al Padre por ellos,
que se han puesto a su servicio.
Tercera disposición: que escuchen a Cristo, a la vez. ¿Cómo,
podrán rezar como Cristo, y en unión de Él, si ante todo no se han esforzado
por comprender sus pensamientos, sus sentimientos, sus intenciones para
hacerlos suyos y manifestárselos a Dios?
¡Escuchar a Cristo! Esto quiere decir: comenzar la oración
por una lectura de la Biblia; luego callarse y meditar juntos. En seguida,
buscar el pensamiento del Señor sobre la jornada que ya se escapa y sobre la
que viene mañana. Y entonces, y solamente entonces, habiendo ya escuchado y
comprendido, hablar a Dios, hablarle espontáneamente, manifestarle pensamientos
y sentimientos con la sencillez de un niño que se dirige a sus padres. Será
bueno también echar mano de las oraciones litúrgicas, con las cuales desea la
Iglesia guiar nuestra oración personal.
Extracto
del libro El Matrimonio ese gran
Sacramento, de Henri Caffarel
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