MARÍA
El Espíritu de Dios condujo a María a través de las
promesas del Antiguo Testamento, a la realidad de la redención. La iluminó para
comprender, desde la fe, la historia y las profecías del pueblo de Israel.
Proclamó y celebró, en el Magníficat, la misericordia de Dios hacia los
humildes y los pobres y exaltó la fidelidad de Dios a las promesas hechas a los
Patriarcas. Por eso la Iglesia la llama “Reina de los profetas”.
Como María, el cristiano que se deja conducir por las
mociones del Espíritu Santo y dirigir por sus luces llegará a una eminente
santidad y la luz de la fe lo iluminará para conocer las cosas de Dios y gustar
de ellas.
El Espíritu Santo obró en María la mayor obra humana y
divina: la encarnación del Hijo de Dios. También en nosotros, por medio de
María, obra la maravilla de nuestra santificación.
No hay alabanza digna de ti, Virgen inmaculada, porque
en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener.
* P. Alfonso Milagro
No hay comentarios:
Publicar un comentario