TRANSFORMAR EL MUNDO
Al encarnarse Dios, se encarnó su palabra y ésta ha ido rebotando de siglo en siglo hasta nosotros, iluminando, creando, escandalizando, construyendo unas comunidades que han conformado nuestra Iglesia. Jesús nos ha situado, en cuanto discípulos y seguidores suyos, como luz y sal de este mundo. Esta responsabilidad nos obliga a imbuirnos y empaparnos de él, porque, de lo contrario, si nos convertimos en sosos y translúcidos no cumpliremos nuestro compromiso bautismal con Cristo. Jesús nos pude hacer de esta vida otra vida, trocar este mundo en un mundo más divino, feliz y justo; hacer descender la Ley del Cielo a la Tierra. ¿Quién es el que, teniendo esta luz de Cristo, la puede esconder, actuar como si no la tuviera? La luz del cristiano debe resplandecer en su vida para que los demás descubran que también ellos han sido llamados en su corazón.
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