LUZ DE FE
El famoso escritor español Ramón Menéndez Pidal,
cuatro meses antes de su muerte, el 5 de julio de 1968, llamó desde Madrid a
San Sebastián al padre Ignacio Errandonea. Al llegar el sacerdote a su casa, le
dijo: “Le he llamado, porque quería manifestarle que, desde 1935, estaba yo
añorando la fe y las esperanzas que veía en mi hija y en mi esposa. Usted me
decía que yo tenía en el fondo esa fe, pero yo no quería, no podía reconocerlo.
Ahora todo se me ha iluminado. Me siento ya incorporado a la fe y a las
esperanzas de mi mujer y de mi hija y seguro de mi gloria futura”. El
testimonio de su mujer y de su hija, lo llevaron al final de su vida a aceptar
la fe.
Otra historia: un profesor universitario contaba que
un día lo llamó un médico conocido suyo y le dijo: “Estoy enfermo y deprimido.
Le he llamado a usted, porque su constante sonrisa me hace sentir que usted
tiene algo que yo no tengo y quisiera tener. ¿Será su fe en Dios?” Aquel
profesor irradiaba con su vida y con su alegría, la gran verdad de que vale la
pena ser católico de verdad.
Dos breves narraciones que ilustran sobre la
importancia de la fe y de ser luz para los demás…
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