UN ACTO DE CARIDAD
La máxima del Cura de
Ars, Jean Maria Vianney era: "el mayor acto de caridad, hacia el prójimo, es salvar su alma del
infierno" tiene un valor universal, hacia cualquiera que sea nuestro
prójimo y como tal debemos siempre practicarla y tenerla muy presente; pero
adquiere una singular significación e importancia con nuestros hijos, que hemos
recibido de Dios para poblar la Casa del Padre y no para hacerlos reos de la
condenación eterna.
El primer acto de amor
sobrenatural que debes a tus hijos es bautizarlos cuanto antes, para que se
conviertan en hijos de Dios y miembros de su Iglesia.
Edúcalos en el amor a
Dios, instrúyelos constantemente -no sólo para la primera comunión- en la fe y
la moral católica, guíalos para que practiquen frecuentemente los sacramentos
(confesión y comunión), cuida lo que ven (cine, TV, internet, revistas, libros,
etc.) y supervisa que tengan buenas amistades. Acostúmbralos a orar diariamente
(al despertar, en las comidas, el rosario y al dormir), enséñales a hacer un
examen diario de conciencia y su respectivo acto de contrición perfecta.
Indúcelos a practicar deportes y aficiones positivas, educa sus buenos
sentimientos, ámalos mucho, pero no los consientas ni los sobreprotejas.
Obsérvalos y atiende sus problemas y necesidades pero sé objetivo(a) para
conocer y analizar sus defectos. Siembra virtudes en sus corazones (combate
particularmente el egoísmo, el orgullo, la lujuria y la deshonestidad).
Fórmalos en la virtud del pudor en sus costumbres, vestimenta y diversiones.
Recuerda que la educación no consiste en que sólo cumplan reglas y
disposiciones cuando son vistos sino, fundamentalmente, que adquieran
convicciones para toda su vida, para ello es indispensable predicar con el
ejemplo y orar constantemente por ellos. El máximo acto de amor es que los
lleves y dirijas hacia el cielo. La educación y formación integral de los hijos
requieren un complejo programa que no puede estar siendo improvisado
diariamente. ¡Cuántos padres inconscientes pierden de vista todo esto para sólo
avocarse a las necesidades físicas y materiales de su prole, descuidando su
alma y poniendo en gravísimo peligro su salvación!
Recuerda que la mayor
caridad es salvar almas del infierno y llevarlas a Dios. ¡Practiquemos este
verdadero amor con todos, pero primero que nada con nuestros propios hijos!
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