CREMAS DE LIMPIEZA
Algunos tonificantes
cuaresmales pueden ser, entre otros muchos, los siguientes:
El tonificante del
Alma es el Perdón:
Cuesta mucho. No se
adquiere en cualquier comercio. Pero el que lo conquista desde la humildad no
solamente lo ve como un favor hacia alguien sino como un beneficio personal. La
impureza del rencor hace que no descansemos con la conciencia tranquila ni que
vivamos con toda la intensidad que requiere la alegría de la fe. El precio:
vencerse a uno mismo.
El hidratante del Alma
es la Oración:
Quien más y quien
menos tenemos la experiencia de nuestros rostros puestos al sol. El resultado
no solamente es un enrojecimiento de las mejillas sino, incluso, quemaduras de
primer, segundo o tercer grado. La vida de muchos cristianos (por ser combate)
está expuesta a muchos soles de justicia: el secularismo y el paganismo, la
frialdad religiosa y la tolerancia de otros modos de vida.....
Sin oración el
interior de un creyente (dígase el alma) se marchita como fruto de la
desecación que produce el ambiente contrario y crítico para la fe. El precio:
saber buscar un silencio y un lugar.
El gel del Alma es la
Alabanza:
Alabar a DIOS supone
poner todos nuestros pensamientos en El. Es airear públicamente o en privado, y
sin vergüenza, lo que decimos tener y creer por dentro. Aun sabiendo que
nuestras bendiciones no enriquecen a Dios intuimos que, cuando lo hacemos, Él
mira y limpia nuestras entrañas. El precio: ser sincero y espontáneo
La crema nutritiva del
Alma es la Palabra:
Nuestro cuerpo
enfermizo y condicionado por mil alimentos sintéticos y superficiales agradece,
de vez en cuando, aquellos otros de primer orden y puros. El hombre, cansado de
tanta palabrería barata, necesita de Palabras que sanen y salven. De Palabras
que cumplan lo que prometen. La Palabra de DIOS, especialmente en
Cuaresma, es fortaleza en la debilidad, respuesta en la confusión y serenidad
en la turbación. El precio: 20 minutos de eucaristía diaria, un minuto para el
Evangelio.
El protector del Alma
es la coraza de la Fe:
La FE nos sitúa ante
la vida. Lo grande se nos hace pequeño. Lo sencillo se convierte en novedoso.
Las dificultades se convierten en anécdotas y los fracasos en escalones que nos
van elevando hacia metas más altas. Con FE el alma se hace tan pura y valiosa
como el oro en el crisol. La FE, si dejamos a DIOS lo demás, es capaz con
nosotros hasta de mover montañas. El precio: ser confiado
Buena estación, LA
CUARESMA, para hacer uso a diario como elementos de limpieza interna: el
perdón, la oración, la alabanza, la Palabra y la Fe. Sólo así seremos capaces
de mantener el brillo de nuestra vida cristiana y la juventud de los Hijos de
Dios.
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