LA VANIDAD
Acéptate a ti mismo incluso
frente a los demás. No tengas miedo, no te dejes paralizar por tus límites o
carencias. Concéntrate, más bien en tus fortalezas. Acepta ser tú mismo
ante los otros tal como eres, con tus luces y sombras. Cada cual sabe dónde le
aprieta el zapato. Lee una graciosa anécdota: dos personas que se enfrentaron,
cada una con su fragilidad.
Lord George Byron
(1788-1824), famoso poeta inglés, era cojo. Su excesiva vanidad sufría
horriblemente con ese defecto. La más pequeña alusión a su cojera lo ponía
colérico y mordaz. Cierto día la duquesa de Devonshire, que era bizca, le
preguntó: — ¿Cómo anda? Creyendo el poeta que esta pregunta encerraba una burla
a su defecto físico, le respondió ásperamente: — ¡Como usted ve!
Recuerda que los demás
te necesitan tal como el Señor ha querido que fueras. No conviene que te pongas
una máscara o representes una comedia. Anímate a ti mismo: “voy a llevarles
algo especial, pues nunca se encontraron ni se encontrarán con alguien como yo;
soy una persona única salida de las manos de Dios”. Dios te valora, hazlo tú
también.
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