BIENAVENTURANZAS DE LA FE
Felices quienes han aprendido que la fe no
es solo creer lo que no se ve, sino lo que queremos que sea, lo que necesitamos
que permanezca.
Felices quienes se fían de los demás,
quienes perdonan, quienes creen en la potencialidad, el cambio, el resurgir de
las personas.
Felices quienes se asoman a la ventana de
la confianza absoluta, porque nunca se verán defraudados.
Felices quienes buscan las certezas
básicas para caminar, pero a la vez se dejan sorprender por lo inaudito, lo
insospechado, lo desconcertante.
Felices quienes acompañan la fe absoluta
en el hombre y la mujer con la fe profunda en el Misterio: habrán alcanzado la
unidad del pensamiento creador de Dios.
Felices quienes no pueden separar la fe
del amor más intenso y vital por los desvalidos: solo entonces la fe será
verdadera, madura y liberadora.
Felices quienes alumbran siempre su fe con
la llama pequeña, luminosa y permanente de la esperanza; la una sin la otra se
apaga y se extingue.
Felices quienes creen en sí mismos y se
esfuerzan por mejorar, crecer interiormente y caminar felices junto a los
demás. Su fe habrá alcanzado por fin la unidad con su corazón.
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