EL GUERRERO DE LA LUZ
Entre combate y combate el guerrero descansa.
Muchas veces pasa días sin hacer nada, porque su corazón se lo exige, pero su intuición permanece alerta.
Él no comete el pecado capital de la Pereza, porque sabe adónde puede conducir ésta: a la sensación tibia de las tardes de domingo, cuando el tiempo pasa... y nada más.
El guerrero llama a esto "la paz del cementerio". Se acuerda de un fragmento del Apocalipsis: "Te maldigo porque no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!. Pero como eres tibio, yo te vomitaré de mi boca".
Un guerrero descansa y ríe, pero siempre está atento.
Para el guerrero no existe el amor imposible.
Él no se deja intimidar por el silencio, por la indiferencia o por el rechazo. Sabe que, tras la máscara de hielo que usan las personas, existe un corazón de fuego.
Por eso el guerrero arriesga más que los otros. Busca incesantemente el amor de alguien, aún cuando esto signifique muchas veces oír la palabra "no", regresar a casa derrotado, sentirse rechazado en cuerpo y alma.
Un guerrero no se deja asustar cuando busca algo que necesita.
Sin amor, el guerrero no es nada.
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