EL HOSPITAL
El hospital es una
benemérita institución de la Iglesia Católica. San Basilio, en Cesarea de
Capadocia, creó un hospital en el año 374, destinado a los leprosos y los más
pobres, en un tiempo en que los pudientes se hacían atender en sus casas y los
pobres, abandonados y sin familia no tenían adonde “caerse muertos”.
Había entonces mucha
vocación, mucho corazón y muchas manos abiertas, pero poca técnica. Se prescribía
tratar al enfermo pobre como a Cristo mismo. Es así que el director del centro
recibía al enfermo, lavaba sus pies y le daba el beso de la paz, de la
bienvenida. Lo recibía como a un huésped. De ahí el nombre de hospital.
El enfermo pobre era “el dueño y Señor del hospital” (Papa Inocencio III).
Pero los tiempos
cambiaron y trajeron cosas buenas: mayor socialización de la salud, mayores
técnicas, mejores condiciones de vida… Pero también trajeron rasgos no tan
positivos; el enfermo dejó de ser el Señor del hospital, la técnica
aportó deshumanización, el centro de salud se politizó, la masificación…
También cambió el concepto de ser médico. Antes era definido “Vir bonus
sanandi peritus” (hombre bueno experto en sanar”. Perfecta síntesis de
humanidad y profesionalización.
Hoy el profesional de
salud –y no sólo el médico– ha de recordar que no visita o atiende a un número,
patología o a una cama. El paciente es una persona que debe ser atendida y
considerada en todas y cada una de sus dimensiones: física, emocional, social,
religiosa e intelectual. Por eso ha de saber trabajar con un equipo
multidisciplinar, respetuoso de los compañeros y de sus saberes.
También en el hospital
hoy se nace con discapacidad, surgen conflictos éticos, se agoniza y se muere.
El profesional no siempre está preparado para aportar sanas relaciones de
ayuda. Y es paradójico: cuando clínicamente se le ha hecho todo al paciente, se
han agotado todas las posibilidades técnicas, es entonces justo en el momento
de mayor necesidad, vulnerabilidad y pedido de ayuda y presencia, cuando
estamos tentados de dejar al enfermo más solo.
Recordar: 1) Está el
profesional al servicio del que sufre; no el paciente al servicio del
profesional. 2) No se puede pedir al profesional que ame al enfermo, pero sí
que lo trate con humanidad.
Cooperación
Mateo Bautista
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