LA PUERTA ESTRECHA
Es bueno que
preguntemos cuando no sabemos o dudamos en cosas de religión. A Jesús muchas
veces le preguntaban, y se alegraba y respondía cuando veía que las preguntas
provenían de una buena voluntad, como cuando los apóstoles le preguntaban sobre
el significado de algunas parábolas. El problema estaba cuando le preguntaban
para ponerlo a prueba, como si fuese una trampa, o simplemente por curiosidad,
como en el evangelio de hoy: “¿Son pocos los que se salvan?” Así pasa hoy con
muchas noticias y comentarios sobre la religión: Muchas veces sólo se busca lo
externo y lo que pretende satisfacer la curiosidad. En la vida también se suele
atender a cosas ociosas, dejando de lado los auténticos problemas de la vida.
No importa a qué raza se
pertenezca. Esto se lo decía Jesús especialmente a los judíos, ya que los
fariseos y maestros de la ley ponían la perfección en cumplir, aunque fuese
sólo de forma externa, multitud de preceptos que ellos se habían inventado.
Claro, los paganos no los cumplían sencillamente porque no los sabían. Y por
eso estaban excluidos de la salvación. Jesús va a hablar claramente diciendo
que, aunque sea difícil, Dios quiere que todos se salven. Y de hecho habrá
muchas personas, de todas las partes del mundo, que “se sentarán en el Reino de
Dios”. De modo que muchos que son los últimos, para los judíos, serán los
primeros, mientras que otros que se tienen por primeros, serán los últimos.
Para Dios no hay distinción de razas.
La puerta estrecha
puede ser símbolo de austeridad, humildad y desprendimiento. Es el cumplir los
mandamientos, sobre todo el amor, y es vivir con el espíritu de las
bienaventuranzas. Salvarse no es sólo escuchar a Jesús y aun hablar con Él,
sino seguirle, ya que Él es el “camino” que nos lleva a la verdadera puerta de
salvación.
La puerta la solemos
hacer estrecha nosotros mismos con nuestros vicios y nuestro egoísmo; pero Dios
la quiere abrir a todos. Allí no hay plazas limitadas y no hay miedo de que no
quepamos todos. Lo que sí necesitamos es cumplir la voluntad de Dios, que es
seguir los mensajes de Jesús, especialmente el mandamiento del amor.
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