MEDITACIÓN (II)
Preparación
* Si toda tu vida es
una búsqueda y deseo de Dios, siempre estarás interiormente dispuesto para
tratar con Él. Así "orarás sin cesar" (1 Tes 5, 17), pues cuando
cesen las palabras continuará el afecto.
* Tu capacidad de
meditar guarda proporción con tu espíritu de mortificación, abnegación, vida
interior, santidad. "Tanto mayor capacidad tendremos cuanto más
fielmente lo creamos, más firmemente lo esperemos, más ardientemente lo
deseemos" (San Agustín).
* La meditación
requiere un lugar adecuado: si no puedes ir al templo, puedes hacerla en tu
misma casa, buscando en ella el ambiente y el momento más tranquilo. Como
Cristo, que para orar huía a la soledad del monte o de la noche. Pero recuerda
que en cualquier lugar que estuvieses, tú mismo eres templo vivo de la
Santísima Trinidad pues Cristo ha dicho: "Si alguno me ama, guardará mi
palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él"
(Jn. 14, 23).
* Es indispensable el
silencio interior, que es la disposición del corazón para tratar y escuchar a
Dios; pero también debes buscar el silencio exterior.
* En lo posible dedica
a la meditación una media hora diaria en el momento del día que estés más
tranquilo, que puedas hacerla en paz, sin apuro ni ansiedad.
* Toma la postura que
más te ayude: ni tan incómoda que te distraiga, ni tan cómoda que te disipe.
También te ayudará fijar la mirada en el sagrario o en una imagen, para evitar
mejor las distracciones.
* Es muy conveniente ayudarse
con un libro como instrumento, en especial los escritos de los santos. Pero
poca dosis y mucha actividad interior. Si no puedes otra cosa, haz lectura
meditada. Pero no conviertas ese momento en simple lectura o estudio.
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