MEDITACIÓN (III)
Desarrollo
* La esencia, el alma
de la oración o meditación es el trato de amistad con Dios, es decir, el mutuo
conocerse y contemplarse y el mutuo amarse. Así precisamente la definió Santa
Teresa: "Es tratar de amistad con aquél que nos ama". Y San
Ignacio: "Como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor; ya sea
pidiendo alguna gracia, ya sea culpándose por un mal hecho, ya sea comunicando
sus cosas y queriendo consejo en ellas". De allí que posea tres
elementos fundamentales: "Qué hablamos, con quién hablamos, quiénes
somos los que osamos hablar" (Santa Teresa).
* El lenguaje de la
meditación es el lenguaje del corazón. Si se deben usar palabras es porque
ellas disponen el alma. Pero "en la fe, esperanza y caridad oramos
siempre con un mismo deseo" (San Agustín). "Para mí la oración
es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de
gratitud y de amor, tanto en medio de la tribulación como en medio de la
alegría" (Santa Teresa del Niño Jesús).
* Ante Dios debes
estar como el mendigo ante el rico, la creatura ante el Creador, el siervo ante
el Señor, el amigo ante el Amigo, el hijo ante su Padre.
* Debes saber
firmemente que nada podemos sin la ayuda de la gracia, que nos da la capacidad
de creer y amar. Hay que disponerse, pedirla y contar con ella.
* Deja que Cristo
medite en ti y contigo. Préstale tu mente y tu corazón para que todo suba al
Padre por Él, con Él y en Él. Asimismo, el que medita "puede
representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su
sagrada humanidad y traerla siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus
necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en sus contentos y
no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sólo conforme a sus
deseos y necesidad" (Santa Teresa). Es decir, tener un trato personal
y sencillo con Él.
* También la esperanza, ya que en su sentido más estricto la oración es "su
intérprete" (San Agustín). Esperanza de la vida eterna y lo que nos
conduce a ella, como dice el salmo: "una cosa pido al Señor y eso
buscaré, habitar en la casa del Señor por la eternidad" (S. 26, 4).
Ella es la que me pone camino del cielo. Por eso la oración más excelsa, el
Padre nuestro, contiene siete peticione.
* Hay múltiples modos
de orar y meditar. Puede hacerse con una simple jaculatoria; la repetición
lenta del Padre nuestro, el Ave María u otra oración; la lectura pausada de un
texto; la participación devota de la Santa Misa, el Vía Crucis o el Rosario; el
recorrido con la mente y el corazón de alguna de las verdades de la fe, un
pasaje de la Sagrada Escritura, un hecho acaecido o una decisión por tomar; o
detenerse con una "mirada amorosa" (San Juan de la Cruz) en
alguno de estos misterios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario