MEDITACIÓN (IV)
Dificultades
* Son frecuentísimas e
inevitables las distracciones. Forman parte de nuestra miseria humana y sólo
cuando veamos a Dios en la eternidad podremos superarlas. Pero no quitan los
frutos de la oración, a no ser que sean voluntarias. Simplemente hay que volver
sobre el tema cuantas veces ocurriera. Hay que despertar el alma, que se nos
duerme para las cosas espirituales, como los apóstoles que acompañaron a Cristo
en el huerto. Para vencerlas es conveniente ayudarse con las disposiciones
indicadas anteriormente.
* También suelen haber
períodos de arideces y sequedades en que aparentemente Dios no nos oye, no se
siente ninguna devoción, parece que hemos retrocedido, con grandes dificultades
para concentrarnos, sin deseos de adelantar ni entusiasmo por las cosas de
Dios... No te aflijas. Sólo hay que revisar si hay pecados graves o leves
reiterados detrás de esto. Si no, estás en un momento más propicio para tratar
con Dios que cuando estabas lleno de consuelos y entusiasmo. Éstas son las
ocasiones de crecer en la vida espiritual y que se dilate el corazón. Todos los
esfuerzos que entonces hagas valen mucho más porque los haces por el Dios de
los consuelos, mientras que en aquellos momentos de fervor lo hacías por ti,
por los consuelos de Dios.
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