DAR Y RECIBIR
El egoísmo atrofia al
hombre, que sólo en la donación generosa a los demás, encuentra su madurez y
plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno, si vives para
acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives
para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no
vale nada.
El científico Luis
Pasteur anduvo siempre escaso de dinero para sostener su Instituto de
Investigación. Un día, acudió a la señora Bondicant, dueña de una gran cadena
de almacenes, para pedirle su apoyo. La señora recibió al investigador y éste
le expuso el motivo de su visita. Al final, la dueña de la empresa le dijo:
—Ya he aportado mi
ayuda a tanta gente que pide. Usted perdone, de todos modos le daré algo para
su obra. La señora salió y regresó con un cheque firmado.
Pasteur lo miró antes
de dar las gracias, y quedó asombrado. El cheque era por un millón de francos.
La señora se adelantó y le dijo:
—¡Gracias, profesor,
por acordarse de mí! ¡Gracias por darme la oportunidad de compartir!
Cada día puedes ser
generoso en acciones pequeñas. Este propósito abre el corazón poco a poco, y
descubres admirado que nunca pierdes. Por el contrario te fortaleces y puedes
superar el temor de ser vulnerable. Practicar la generosidad ejercita al
corazón: cuanto más se da, más se fortalece. Recuerda que Jesús dijo: “Hay más
alegría en dar que en recibir”.
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