LA IRA, TOXINA MORTAL
Reírse a carcajadas
mantiene sano el corazón. La alegría mejora las defensas. La depresión, por el contrario,
aumenta el riesgo de sufrir cáncer. La evidencia es clara: las emociones
producen bienestar o enfermedad. Así de simple. De hecho, un estudio publicado
el año pasado en la revista PNAS, de la Academia de Ciencias de Estados Unidos,
afirma que las sensaciones, positivas o negativas, despiertan reacciones
físicas en el organismo.
Las 701 personas que
participaron en la investigación pintaron, en una silueta humana, el lugar
donde sentían sensaciones como ira, miedo, felicidad, tristeza, sorpresa,
ansiedad, amor, depresión y envidia. El amor y la alegría generaron en ellas
reacciones físicas en cabeza y pecho, donde están los órganos vitales.
Según el científico
finlandés Lauri Nummenmaa, uno de los autores del estudio, existen mecanismos
biológicos que preparan al ser humano para responder a sus experiencias
positivas (alegría, placer, esperanza, sorpresa, entusiasmo, satisfacción y
serenidad), las cuales lo protegen y lo ayudan a disfrutar las vivencias, y
negativas (ira, tristeza, miedo, disgusto y vergüenza), que lo ayudan a
defenderse.
Las emociones se
regulan en el sistema límbico del cerebro. Allí, funciona ese cerebro primitivo
del que emergen las sensaciones de manera impulsiva, explica Leonardo Palacios,
neurólogo de la Universidad del Rosario. Sin embargo, la corteza cerebral que
lo cobija –lóbulo frontal– las controla para evitar que actuemos como fieras.
Según el psiquiatra
Jorge Forero, presidente del Instituto para el Desarrollo de la salud
emocional, cuando se manifiestan los problemas emocionales, ocurren cambios a
nivel del sistema nervioso central que tienen acción directa sobre el corazón,
la respiración y otros órganos.
“Cuando una persona
está tensionada –dice Forero–, se activa el eje
hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, que estimula la producción de sustancias como
las catecolaminas, que elevan la presión arterial y la frecuencia cardiaca, y
disminuyen la irrigación sanguínea en algunas áreas, hasta convertirse en un
factor de riesgo para la salud cardiovascular y cerebral, entre otros”.
Las positivas –explica
Palacios– han demostrado ser saludables, pues disminuyen los niveles de las
hormonas del estrés (cortisol y adrenalina). “La risa y la alegría mejoran el
aparato cardiovascular. Las personas con buen ánimo y sentimientos de optimismo
soportan mejor las enfermedades y son menos propensas a padecer depresión”,
afirma el experto.
Reírse, por ejemplo,
activa 400 de los 650 músculos del cuerpo; no en vano, quienes se ríen
intensamente sienten más apetito, pues las carcajadas tienen un efecto similar
al del ejercicio físico moderado. Además, según un estudio de los doctores Lee
Berk y Stanley Tan, de la Universidad Loma Linda (California), la risa reduce
las hormonas del estrés y mejora la función del sistema inmunológico, pues
genera endorfinas, llamadas hormonas del bienestar. Reír, incluso, es un
predictor de la longevidad.
Así mismo, una
investigación del Centro Médico de la Universidad de Maryland (EE.UU.)
demostró, en el 2005, que las arterias de las personas con infarto al
miocardio, sometidas a situaciones que generaban buen humor, crecían hasta un
30 por ciento su diámetro. Las negativas, por el contrario, dice Palacios,
aumentan el riesgo de enfermedad cerebrovascular, de cáncer y de padecer
condiciones mentales como fobias, ansiedad, depresión, trastornos de la
alimentación y disfunción sexual.
El colon irritable,
por ejemplo, es un problema emocional, pero muchos lo entienden como un mal
netamente físico “y pierden tiempo y plata en tratamientos médicos que, muchas
veces, no dan resultado”, dice Forero.
También las migrañas,
los trastornos de ansiedad, las fobias, ataques de pánico y la fibromialgia
(dolor prolongado en todo el cuerpo) pueden tener como causa el estrés, mal
moderno de la humanidad.
Según la terapeuta
holística Margarita Sierra “cuando alguien tiene dificultad para solucionar sus
problemas a nivel psicológico o emocional, aparece un estado de preocupación o
ansiedad, irritabilidad, ira, miedo o tristeza, que puede producir un aumento de
la frecuencia cardiaca, problemas digestivos, alergias, dolor de cabeza,
sensación de falta de aire, sudoración, tensión alta o baja. Cualquier
situación emocional que permanezca en el tiempo, sin resolver, se convierte en
una toxina para el organismo, que afecta gravemente la salud”.
Por tal motivo,
puntualiza la experta, canalizar y liberar las emociones negativas permite
gozar de una buena salud emocional y recuperar el bienestar físico.
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