EL AMOR NO DEBE NACER EN LA ARENA DE LOS SENTIMIENTOS QUE VAN Y VIENEN, SINO EN LA ROCA DEL AMOR VERDADERO, EL AMOR QUE VIENE DE DIOS

(Papa Francisco)

jueves, 27 de marzo de 2014

HOY...

EL MUNDO

Para vivir en el mundo…          
No, siempre, es bueno brindarle lo que nos pide ni dejarnos siempre medir por su ley.
No exige  secundar ciegamente los caminos que los tecnócratas nos preparan vacíos de referencia a Dios y a sus indicaciones.
No es imperativo, desde luego,  decir ¡amén! a todo lo que nos rodea y evitarnos así  conflictos o discusiones.

Dar vida al mundo…
Supone, en principio, analizar la encrucijada en la que se encuentra.
Avanzar hacia  un progreso, bien entendido, que defienda la vida de su protagonista y artífice: el ser humano.
Respetar aquella iniciativa e impronta del que lo inspiró: DIOS.
Tener como punto de referencia aquellas indicaciones de Dios que, más que mandatos, son recetas para ser felices y hacer felices a los demás.

Ayudar con verdad al mundo…
Conlleva luchar contracorriente como lo hace un médico con el enfermo: analiza, juzga y actúa....aunque el paciente se resista.
Acarrea incomprensiones y críticas.

Volcarse en el mundo…
Supone aislarse, de vez en cuando, en la cuarentena de la propia conciencia y de los criterios personales.
Supone cargarse de unos ideales sólidos puestos en tela de juicio por el relativismo que invade y lo penetra todo.
Supone, además, alimentarse de otras fuentes que no sean aquellas que se adquieren en el libre mercado pero interesado del “te doy para que pienses y hagas lo que te digo yo”.

Trabajar por el mundo…
Es abrirse espacios de libertad personal y oxigenada por la paz y la concordia.
Es denunciar y soldar los puntos por donde la sociedad se va resquebrajando.
Es mojarse hasta la saciedad en la reconquista de la felicidad perdida: el ser.
Es recordar el “no matarás”.
           
¿Cómo podemos dar vida al mundo?        
No hay soluciones mágicas. Ni tan siquiera nos sirven las apañadas y disfrazadas por el hombre. La Cuaresma sigue siendo una puerta abierta por la que  entramos para descubrir que con el triunfo de Cristo en la Pascua el mundo puede recuperar todo lo que ha ido perdiendo y, sobre todo, LA SALVACION (algo que en estos días nos parece un imposible por lo menos con la exclusiva fuerza del ser humano).

¿Por qué predicas tanto si nadie te hace caso? dijo un oyente a un predicador. Y éste le contestó: “predico porque si callase… el mundo me cambiaría a mí.”


P. Javier Leoz

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