EL DOMINGO
Es urgente rescatar el domingo, dar a ese día su sentido
auténticamente humano y cristiano.
¿Qué celebramos el domingo? Celebramos el día del Señor,
recordamos la acción creadora de Dios. Existimos porque nos ama, vivimos para
amarle. Por eso le damos gracias con todo el corazón, con cánticos e himnos,
con el trabajo y el servicio a los demás.
Celebramos el "día de Cristo". El Hijo de Dios vino a
salvarnos, murió en una cruz por nosotros, resucitó un domingo, envió su
Espíritu, está presente en los Sacramentos, nos acompaña a lo largo del camino
de la historia.
Celebramos el "día de la Iglesia". Es el momento para
reunirnos, como hermanos en la misma fe, unidos bajo la misma esperanza,
encendidos de la misma caridad.
Celebramos el día del hombre, en la alegría que nace cuando
descubrimos el amor que Dios nos tiene, en el compromiso para vivir el
mandamiento de la caridad y de la entrega al prójimo sin medida.
Celebramos el "día de los días", en el que miramos a
Cristo como Señor del tiempo y de la historia, como plenitud y cumplimiento de
las máximas aspiraciones que Dios mismo ha sembrado en el corazón humano.
Es un día maravillo que necesitamos vivir en toda su riqueza. Es
un día "que constituye el centro mismo de la vida cristiana", como
explicaba el Papa Juan Pablo II en la carta apostólica "Dies
Domini", sobre la santificación del domingo (31 de mayo de 1998).
Esa carta, escrita hace ya 16 años, conserva toda su actualidad
y toda su riqueza. Es una invitación, desde el corazón del Papa, para rescatar
el domingo de presiones que quieren ahogar a los hombres en lo inmediato e
intranscendente. Con un domingo vivido "como Dios quiere" será
posible abrir el corazón a lo más genuino de nuestra vocación humana y
cristiana.
Vale la pela releer la carta "Dies Domini".
Vale la pena escuchar de nuevo, en nuestros corazones, la invitación de Juan
Pablo II: "quisiera hoy invitar a todos con fuerza a descubrir de nuevo el
domingo: ¡No tengáis miedo de dar vuestro tiempo a Cristo! Sí, abramos nuestro
tiempo a Cristo para que Él lo pueda iluminar y dirigir. Él es quien conoce el
secreto del tiempo y el secreto de la eternidad, y nos entrega «su día» como un
don siempre nuevo de su amor. El descubrimiento de este día es una gracia que
se ha de pedir, no sólo para vivir en plenitud las exigencias propias de la fe,
sino también para dar una respuesta concreta a los anhelos íntimos y auténticos
de cada ser humano" ("Dies Domini" n. 8).
No hay comentarios:
Publicar un comentario