NO CONOCEMOS NADA
Isaac Newton, calificado como el científico más grande de todos
los tiempos, y su obra como la culminación de la Revolución Científica, afirmó:
“Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano”. Otro sabio
muy estudioso dejó esta inscripción en su tumba: “He aprendido al menos a no
ignorar mi propia ignorancia”.
En cierta ocasión un príncipe oriental, quiso dar una lección
inolvidable a sus súbditos. Presentó ante la multitud reunida un enorme
elefante. Aparecieron luego unos ciegos que, sin conocer la presencia del
animal, fueron conducidos a tocarlo en diversas partes del cuerpo. Luego el
príncipe preguntó a cada uno qué había palpado. El que había tocado las piernas
dijo que era el tronco arrugado de un árbol. El que había tocado la trompa, una
gruesa rama nudosa. El que había tocado la cola, una serpiente desconocida. Y
así por el estilo. Se pusieron a discutir entre sí, pero el monarca los
interrumpió, diciendo: Lo sucedido aquí les hace ver que de las grandes cosas
conocemos muy poco y erróneamente, y de Dios… casi nada.
Dios es infinitamente más grande que la creación que sacó de la
nada. Para conocer algo, la mente sube a él observando el mundo sensible que
nos rodea. Poco a poco descubrimos sus perfecciones: es eterno, inmutable,
santo, bondadoso, sapientísimo, grande y poderoso, autor de maravillas… Los
místicos llegan a él por el amor. Pero es inagotable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario