DIRECCIÓN EQUIVOCADA
La vida es nuestro máximo valor y, a la vez, nuestro máximo
problema. Tememos perderla; nos angustia la muerte física. Pero hay otra muerte
más sutil que nos envuelve: no encontrarle sentido, dirección acertada a la
vida. ¿Para qué vivimos? ¿Vale la pena vivir la vida? Esto que llamamos vida
¿es una oportunidad o un castigo?
Era un día de invierno: Todas las veces que el colectivo paraba
en una estación terminal, un hombre se asomaba por la ventana, leía el nombre
de la localidad y suspirando fuertemente se dejaba caer de vuelta en su
asiento. Después de la quinta vez le preguntó un compañero de viaje,
preocupado: “¿Le duele algo, señor? ¿Por qué usted gime tan terriblemente?”
Contestó el hombre: “A decir verdad tendría que cambiar el colectivo. Todo el
tiempo viajo ya en la falsa dirección. Pero, ¡aquí dentro es tan calentito y
cómodo!”.
El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a
los demás encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti
mismo, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para
los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti,
porque la vida sin amor no vale nada.
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