CONVERSIÓN DE SAN PABLO
Como en María, Dios hizo en él maravillas de las que todas las
generaciones de cristianos seguimos alimentándonos. Más aún que por sus
cartas, por el testimonio de su agitada vida de misionero de Cristo Jesús.
Enemigos y cárceles, oposición entre los suyos, enfermedades, viajes,
escritos, lenguas y culturas muy diversas, etc. no fueron obstáculo para que
siguiese predicando hasta morir mártir en Roma. Cuando dictaba sus cartas, a
veces desde la cárcel o esperando una sentencia que podía ser de muerte, no
podía imaginar la fecunda resonancia de sus palabras a través de los siglos.
Pablo se dejó conducir por Ananías, su primer catequista, por Bernabé
su valiente defensor ante los demás apóstoles y por las circunstancias
favorables o adversas.
El secreto que explica el misterio de su vida es su unión con Cristo,
su vivir con él y según él; un secreto que en el fondo es una maravillosa obra
del Espíritu santo de la que él fue entusiasta colaborador.
Este secreto él lo formula así: “Vivir en Cristo”. Significa que
Jesucristo, el Resucitado, abre sobre la realidad cotidiana un horizonte
nuevo, inmenso, dilatado hacia los cuatro puntos cardinales, de infinita
altura y profundidad.
En el centro de este grandioso espacio está el Resucitado presidiendo.
Él dilata los límites, lo centra y lo coordina todo, dando a todo su luz y su
verdad. Su presencia central y universal es salvadora para cada parte y cada
habitante de este inmenso espacio vital.
Pablo escribió el testimonio más antiguo sobre la Cena de despedida de
Jesús, fundamento de la Eucaristía, 1
Corintios 11, 17-29, alrededor del
año 54. También le debemos sus palabras sobre la resurrección de Jesús como
fundamento de la nuestra, en todo el capítulo 15 de la misma carta.
Como Pablo, tampoco nosotros hemos conocido a Jesús “según la carne”.
Tanto él como nosotros fundamos nuestra fe en Jesús Resucitado, el Viviente,
después de informarnos de su vida mortal y de su Evangelio.
En toda la Iglesia universal damos gracias a Dios por la vida, las
cartas y la obra de san Pablo. Por su intercesión pidamos los dones del
Espíritu para imitarle hasta donde podamos.
Llorenç Tous
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