EL AMOR NO DEBE NACER EN LA ARENA DE LOS SENTIMIENTOS QUE VAN Y VIENEN, SINO EN LA ROCA DEL AMOR VERDADERO, EL AMOR QUE VIENE DE DIOS

(Papa Francisco)

domingo, 22 de febrero de 2015

HOY... EL EVANGELIO

EL DESIERTO


Del evangelio de hoy, San Marcos 1, 12-15; es importante que nos fijemos en la expresión: el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se han hecho muchas interpretaciones de las tentaciones como pruebas que vivimos, empujados por las fuerzas del mal y en las que acabamos vencidos casi siempre.
Marcos quiere resaltar lo contrario: la prueba, la lucha, la experiencia de elegir entre lo que nos hace hijos y nos esclaviza está impulsada por el Espíritu. Es imprescindible en el crecimiento humano- espiritual, tener estas experiencias una y otra vez para liberarnos de los enredos y recuperar la libertad de hijos e hijas amados, y poder vivir al soplo del Espíritu.
El desierto era uno de los símbolos de esas experiencias, de esas pruebas. A los judíos no les evocaba lo mismo que nos evoca a nosotros: un lugar inmenso de arena, sin vida; pensemos, por ejemplo, en el desierto del Sáhara. 
Se quedó 40 días… No es un tiempo medido por el calendario sino que nos remite inmediatamente a la larga estancia del pueblo atravesando el desierto. El número 40significa un periodo de tiempo muy largo, en el caso de la estancia del pueblo en el desierto es el tiempo que tarda toda una generación infiel en desaparecer y dejar paso a una generación fiel que empieza algo nuevo. Moisés estuvo “40 días” en lo alto del monte Sinaí, porque en ese tiempo fue transformado. Y Jesús pasa un tiempo largo que marca el paso de la vida privada a la vida pública.
La presencia de Satanás en este episodio, al comienzo del evangelio, es como un anuncio de la multitud de pruebas que sufrirá Jesús en su vida pública: ceder ante las autoridades, dejarse paralizar por el miedo, aliarse con el poder para salvar su vida, ceder ante todos los que pretenden apartarlo de su camino, etc. 
En este sentido hay que comprender la advertencia de Jesús a Pedro: “Apártate de mí, Satanás…” (Mateo 16, 21-23) Lástima que se conciba a Satanás como un diablo y no reconozcamos a diario todo aquello que nos aparta de nuestro camino, y nos lleva a vivir descentrad@s y replegados en postura fetal.
Vivir entre alimañas y que los ángeles le sirvan es una manera de evocarnos la creación del mundo y cómo Jesús se sitúa en armonía en esta nueva creación, en este tiempo nuevo.
El texto nos habla brevemente y con profundidad de la dimensión humana de Jesús: pasó pruebas como todo su pueblo y como cada uno de nosotros y de nosotras; nos habla también de la pedagogía de Dios, que nos corrige y educa a través de las pruebas.

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