LOS MONOS Y LA CEREZA
Todo
crecimiento va acompañado de renuncia, empezando por el nacimiento cuando el
bebé, entre estridentes sollozos, deja el tibio vientre materno. Renuncia y
desapego que te proyectan a una nueva etapa de maduración, a nuevos horizontes…
Es una ley de la vida y violarla significaría estancamiento y frustración. Un
ejemplo para aclarar la reflexión:
Conocedor
de cuánto les gustan las cerezas a los monos, un cazador inventó un sencillo
método para cazarlos: colocó una cereza en el interior de un frasco de vidrio y
lo dejó abierto en la selva. Cuando llegó el primer mono, metió la mano en el
recipiente, decidido a atrapar el rico fruto. Instintivamente, cerró el puño
con firmeza y observó, con inesperada tristeza, que no podría lograr su
objetivo a pesar de su afán. La mano había quedado atascada por la boca del
frasco, aunque con el fruto alcanzado. El cazador se acercó al mono, lo ató, le
dio un fuerte y preciso golpe en el codo y logró sacar la mano sin la
cereza, intacta para una nueva víctima golosa.
A
veces en la vida puede ocurrirte algo similar: Por no soltar algunos apegos, te
quedas debilitado y vulnerable ante cualquier mínimo temporal devastador. Jesús
dijo claramente, refiriéndose a nuestro bien básico: “El que tiene apego a su
vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo la conservará
para la vida eterna” (Jn 12,25).Piénsalo y que te ayude a crecer.
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