LA EDAD DEL OCASO
Difícil
la vida de esa etapa para muchas personas. Hay soledad, quizá abandono,
indiferencia, incomprensión... pero también nosotros, si hemos llegado a esa
edad, nos podemos tornar distintos, exigentes y malhumorados con los que nos
rodean y están en otras etapas y corren todo el día empujados por la vorágine
del momento, porque así se lo demanda la existencia moderna y consumista.
Pero
hay una fórmula, no mágica por cierto, para vivir mejor la etapa de los
"muchos años".
Así
como el amanecer es pujante y luminoso, fresco y prometedor, así el atardecer
tiene melancolía en su dulce luz y el ocaso nos brinda momentos de reflexión y
nos incita al agridulce sabor de los recuerdos.
Es
así la vida de los seres humanos. Los que tenemos ahora muchos años fuimos un
día, amanecer. Ahora hemos llegado al ocaso y de nosotros depende que ese
crepúsculo en el que hoy nos encontramos tenga una bella luz de atardecer y un
cielo pintado de hermosas tonalidades. Somos nosotros los que necesariamente le
podemos dar ese calor y color.
Salimos
al camino de la vida con una alforja nueva, vacía de experiencias pero llena de
sueños y proyectos, el alma limpia y transparente, la mirada decidida y animosa
puesta en la "cima de la montaña" de la vida.
Ahora
bajando por la ladera del otro lado, que también es un camino nuevo, sabemos
que nos ha de conducir hasta el Valle del reposo.
Una
experiencia profunda del vivir nos acompaña... quizá muchos sueños se quedaron
hechos jirones en las zarzas del camino, pero… ¡Cuánta riqueza atesora, ahora,
nuestra vieja alforja!
• Lleva mucha paciencia,
• infinita tolerancia,
• sabiduría profunda para saber lo que es
importante o no vale la pena,
• mansedumbre y paz,
• y tal vez aún, el alma limpia y
transparente, si sabemos hacernos semejantes a los niños,
• valor y fuerza porque tuvimos que
aprender a vivir con esos dos baluartes mientras escalábamos la
"montaña"... y ahora, quizá más que nunca, necesitamos sentir lo que
eso vale en nuestras vidas.
Es
esta etapa la hora del remanso y no de la prisa. Es la hora de dar y no de
guardar. Dar a manos llenas a los que nos rodean, no solo de lo material, si lo
tenemos, sino lo que en el alma llevamos ayudándolos a subir, la cada día más
difícil cuesta de la vida con alegría, sin cansarlos con quejas sobre nuestros
achaques, sin susceptibilidades y enojos. Discretos y llenos de tacto para
hablar y oportunos en el callar.
Disfrutar
del momento presente que es toda nuestra realidad y regalar toda la experiencia
de nuestra vida resumida en una sola palabra: AMOR.
Esa
es la fórmula para que nuestra etapa del atardecer sea feliz.
Autor: Ma Esther De Ariño
Fuente: Catholic.net
Me gusta. Que importante es aceptar lo que somos. La vida es cambio. Cuando llega en momento donde las fuerzas del cuerpo con pequeñas, aceptarlo con agrado es para personas que saben vivir.
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