EL AMOR NO DEBE NACER EN LA ARENA DE LOS SENTIMIENTOS QUE VAN Y VIENEN, SINO EN LA ROCA DEL AMOR VERDADERO, EL AMOR QUE VIENE DE DIOS

(Papa Francisco)

domingo, 13 de septiembre de 2015

HOY... EL EVANGELIO

¿QUIÉN ES ÉL?


A lo largo de los siglos los pintores, músicos, poetas, escritores, escultores y sobre todo teólogos, han intentado dar respuesta a la pregunta de: ¿quién es Jesús? Se le ha dado todo tipo de títulos y la historia en occidente se cuenta a partir de su nacimiento. Hoy vuelve la pregunta en este texto: “¿quién dice la gente que soy yo?”. Este evangelio del domingo podemos dividirlo en dos partes: en la primera, Jesús nos dice quién es él y cómo debemos pensarlo. En la segunda, él mismo indica quién somos nosotros en cuanto seguidores suyos.

Es la gran pregunta, porque puede suceder que sigamos a Jesús sin saber a quién seguimos y que llevemos su nombre sin saber que significa. Pedro dice: “Tú eres el Mesías” y en nosotros suena como frase aprendida: “Tú eres el Hijo de Dios”, “El Cristo”, “el Salvador” y otras formulas que utilizamos para definirle y que en ocasiones poco nos implican. La pregunta es personal y también comunitaria y la respuesta nos la da el mismo Jesús: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días”. “Se lo explicaba con toda claridad”, nos dice Marcos. Nos muestra un camino de dolor, de cruz, de rechazo; bastante lejos de lo que Pedro y nosotros deseamos.

En la segunda parte del texto evangélico, Jesús no se dirige sólo a los apóstoles, sino a todos los que quieran seguirlo y nos marca el camino: “Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará”. Negarse a sí mismo, cargar con la cruz, perder la vida… es una invitación: “El que quiera”. Hay diversas maneras de encarar la pregunta inicial: “Y vosotros ¿quién decís que soy?”. El cristiano sacrifica todo, renuncia a todo, por la libertad de amar sin medida. La cruz ya está en nuestra sociedad y en nosotros, pero nadie nos podrá cargar con ella. Debemos arriesgar y tomarla nosotros mismos, si no la tomamos, seguiremos en el egoísmo, no podemos dar una respuesta neutral y prudente en la que uno no se incluya. Si la tomamos quizás muramos en ella.Difícil decisión, podemos leer ahora toda la primera lectura de Isaías y como él dice: “no echarnos atrás”, “mirad, mi Señor me ayuda”. Seguimos al Siervo; no es tan fácil, no sólo de palabra sino con las obras, dar respuesta a ciertas preguntas.

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