La bolsa de papas
Una
profesora hizo llevar a sus alumnos una bolsa de plástico y una bolsa de papas. Por cada
persona que no perdonaban, debían elegir una papa, escribir en ella el
nombre y fecha y ponerla en la bolsa de plástico. Les dijo que llevaran con
ellos a todos lados esta bolsa con las papas fechadas durante una semana.
Esta molestia les hizo tomar conciencia del peso espiritual que llevaban.
Naturalmente, las papas se iban pudriendo y olían muy mal. ¡Éste fue el exacto
símbolo del precio que pagaron por mantener sus rencores y resentimientos!
Con frecuencia pensaban que el perdón es un regalo hecho a otra persona y,
aunque eso es verdad, también es el mejor obsequio y satisfacción que podemos
darnos a nosotros mismos.
Vivir
la caridad cristiana no es fácil. En verdad está por encima de nuestra
capacidad humana. Por eso es indispensable suplicar con humildad y constancia
al Señor el don del Amor y la Paz para poder elevarnos sobre nuestros egoísmos,
retraimientos, susceptibilidades… Pero cuando el Espíritu del Amor nos invade
podemos “perdonar, soportar y esperar sin límites”.
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