EL AMOR NO DEBE NACER EN LA ARENA DE LOS SENTIMIENTOS QUE VAN Y VIENEN, SINO EN LA ROCA DEL AMOR VERDADERO, EL AMOR QUE VIENE DE DIOS

(Papa Francisco)

lunes, 28 de diciembre de 2015

HOY... UN TESTIMONIO

HOGAR, HIJOS, TRABAJO


Lo reconozco.
Mis hijos ya tienen 11 y 13 años y sigo quedándome en casa para ocuparme de ellos.
Ya lo sé, ya lo sé. Lo he oído mil veces.
"¿Y qué haces con todo el tiempo libre que tienes?"
Siempre me quedo pensativa cuando la gente me lo pregunta y, haciendo un esfuerzo por suavizar el golpe, empiezo a explicar: "Pues escribo para alguna que otra publicación", y después suelto: "Y soy ama de casa".
No debería avergonzarme.
En mi opinión, el término "ama de casa" no describe de manera precisa lo que soy. Yo prefiero decir que "trabajo desde casa". Porque la verdad es que la mayoría de las madres no paran desde que se levantan hasta que se acuestan. Sinceramente, yo no conozco a ninguna que se dedique a sentarse a ver la televisión todo el día.
No tenemos un sueldo a final de mes, y eso que hacemos horas extra. Ni vacaciones, ni días de asuntos propios, ni bajas por enfermedad. Somos conscientes de que solo hay una fuente de ingresos en la familia y ajustamos los presupuestos como corresponde.
A pesar de todo esto, tengo la certeza de que este es mi lugar. Al menos, por ahora.
A mis hijos les encanta que yo esté en casa, aunque parezca una locura. A mí me encanta poder ir a dejarles al colegio o a recogerles. Me encanta poder estar con ellos en casa después del colegio. Me encanta poder estar ahí cuando quieren hablar de sus problemas y de sus preocupaciones. Y me encanta poder estar disponible cuando se ponen enfermos.
A estas edades, mis hijos me necesitan incluso más, aunque de una manera diferente. Ya sé que hemos pasado la fase de los pañales y de aprender los colores y los animales. Ahora estamos en otra fase. En una crítica. Mis hijos están empezando a descubrir en quién se van a convertir, en qué creen y qué es lo que defienden.
Ahora más que nunca, necesitan apoyo para navegar por las desconocidas aguas de la pubertad, la presión social, las relaciones, las clases de francés y las de trombón.
Quiero que nuestra casa sea su lugar seguro, su refugio de un mundo cada vez más tumultuoso.
A las madres trabajadoras: tenéis mi más sincero respeto. Sé que yo no podría hacer lo que hacéis vosotras. Sois increíbles y me parece que sois un ejemplo perfecto para vuestros hijos.
A lo largo y ancho del mundo, hay madres que trabajan sin descanso para mantener y cuidar a sus hijos. Tanto si trabajas en casa como si no, tu dedicación es igual de valiosa. Estamos juntas en esto y, en vez de juzgarnos entre nosotras, deberíamos apoyarnos.
Si soy completamente sincera, esto de trabajar desde casa me permite hacer un montón de galletas y limpiar todas las pelusas de debajo de las camas de mis hijos.

Y merece la pena.

Escrito por Jessica Hoefer-Land
Publicado en el Huffington Post, edición España, el 26-12-2015.

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