EL APOSTOLADO
Unirse, para dos
cristianos, no es solamente comprometerse el uno con el otro, es también
comprometerse los dos con la Iglesia. Por el matrimonio, la pareja cristiana
ocupa su sitio en la Iglesia, y se encuentra en ella como investida de un
oficio público.
Proclamar
el amor divino
Dar a conocer a Dios,
proclamar su amor; tal es el primer aspecto de la misión apostólica del
matrimonio.
Y esta gran realidad
humana que es la pareja matrimonial, ¿qué revela de Dios? Que Dios no es, como
lo pretendía don Francisco-Renato de Chateaubriand, «el eterno solterón de los
mundos», sino más bien una comunidad de personas que se aman entre sí: el Padre
y su Verbo en la unidad del Espíritu. Hombre y mujer, unidos en el amor, son la
palabra viviente de la comunidad divina. A ellos también, y a ellos
primeramente, se dirige la palabra de Cristo: «sed uno como mi Padre y yo somos
uno»; sed dos que se dan el uno al otro, para darse juntos a un tercero, el
hijo, vuestro amor encarnado, personificado; así seréis como un espejo donde se
refleje la vida trinitaria.
Estos dos en uno que
son el hombre y la mujer casados evocan también los dos en un solo Cuerpo
Místico que son Cristo y su Iglesia. La alianza de hombre y mujer tendría que
ser la imagen, «la epifanía» de la unión de Cristo y de la Iglesia.
Así, pues, hay que
decir muy alto que el primer aspecto de la misión apostólica del matrimonio es
dar a entrever a los hombres el misterio íntimo de la familia trinitaria y de
la Iglesia unión irrompible y fecunda que no cesa de engendrar hijos de Dios.
Del mismo modo que si
no hubiera padres de familia, no tendríamos este signo tan eficaz que nos
revela la paternidad de Dios, así si no fuera por la fecunda unión de amor del
hombre y la mujer, la intimidad de amor de las personas divinas y la unión de
Cristo con su Iglesia serían para nosotros ininteligibles.
Dios cuenta, pues, con
vosotros, esposos, para que los hombres puedan asomarse a los tres grandes
misterios: Trinidad, Encarnación, Redención. Este es el primer aspecto de la
misión apostólica del matrimonio. Y ha de ser, por tanto, el más noble motivo
que pudierais imaginar para amaros, para vivir unidos, para ser fecundos.
P. Henri Caffarel
Extracto del libro El Matrimonio es un gran sacramento
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