EL AMOR NO DEBE NACER EN LA ARENA DE LOS SENTIMIENTOS QUE VAN Y VIENEN, SINO EN LA ROCA DEL AMOR VERDADERO, EL AMOR QUE VIENE DE DIOS

(Papa Francisco)

miércoles, 16 de noviembre de 2016

HOY...

EL APOSTOLADO


Unirse, para dos cristianos, no es solamente comprometerse el uno con el otro, es también comprometerse los dos con la Iglesia. Por el matrimonio, la pareja cristiana ocupa su sitio en la Iglesia, y se encuentra en ella como investida de un oficio público.
Proclamar el amor divino
Dar a conocer a Dios, proclamar su amor; tal es el primer aspecto de la misión apostólica del matrimonio.
Y esta gran realidad humana que es la pareja matrimonial, ¿qué revela de Dios? Que Dios no es, como lo pretendía don Francisco-Renato de Chateaubriand, «el eterno solterón de los mundos», sino más bien una comunidad de personas que se aman entre sí: el Padre y su Verbo en la unidad del Espíritu. Hombre y mujer, unidos en el amor, son la palabra viviente de la comunidad divina. A ellos también, y a ellos primeramente, se dirige la palabra de Cristo: «sed uno como mi Padre y yo somos uno»; sed dos que se dan el uno al otro, para darse juntos a un tercero, el hijo, vuestro amor encarnado, personificado; así seréis como un espejo donde se refleje la vida trinitaria.
Estos dos en uno que son el hombre y la mujer casados evocan también los dos en un solo Cuerpo Místico que son Cristo y su Iglesia. La alianza de hombre y mujer tendría que ser la imagen, «la epifanía» de la unión de Cristo y de la Iglesia.
Así, pues, hay que decir muy alto que el primer aspecto de la misión apostólica del matrimonio es dar a entrever a los hombres el misterio íntimo de la familia trinitaria y de la Iglesia unión irrompible y fecunda que no cesa de engendrar hijos de Dios.
Del mismo modo que si no hubiera padres de familia, no tendríamos este signo tan eficaz que nos revela la paternidad de Dios, así si no fuera por la fecunda unión de amor del hombre y la mujer, la intimidad de amor de las personas divinas y la unión de Cristo con su Iglesia serían para nosotros ininteligibles.

Dios cuenta, pues, con vosotros, esposos, para que los hombres puedan asomarse a los tres grandes misterios: Trinidad, Encarnación, Redención. Este es el primer aspecto de la misión apostólica del matrimonio. Y ha de ser, por tanto, el más noble motivo que pudierais imaginar para amaros, para vivir unidos, para ser fecundos.
P. Henri Caffarel
Extracto del libro El Matrimonio es un gran sacramento

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