PRIMEREANDO
El Miércoles de Ceniza comenzó la Cuaresma. Ese tiempo
propicio para orar, para reflexionar, pedir perdón, perdonar. Tiempo de
conversión.
Muchos de nosotros, es posible, que en un momento
dado, ante una enfermedad grave o una situación límite como la muerte de un ser
amado, nos hayamos enfrentado a crisis y planteado preguntas: ¿Y ahora, qué?
¿Hay algo detrás de la muerte? La resurrección, ¿qué significado tiene? ¿Es un
sedante para no desesperar? ¿O es una prueba de amor tan maravillosa que
resulta increíble?
Estamos en Cuaresma. Caminamos hacia la Pascua. Para
el Pueblo Judío, la Pascua significaba el paso del Mar Rojo rumbo a la Tierra
Prometida; el paso de la esclavitud a la libertad. Para los cristianos, Pascua
significa el paso de la muerte a la vida. Cristo muere por amor y por amor
resucita probando con ello que el amor vence a la muerte.
Hoy, con el avance de la ciencia y la técnica, cuando
la psicología ayuda a conocernos más, a solucionar problemas, complejos y otras
yerbas, es fácil que se llegue a pensar y a creer que el demonio y el pecado,
ya no tienen vigencia en nuestro mundo actual, que no existen, que son
frutos de la ignorancia, de la tradición, cosas del pasado. ¡Es tan inteligente
el tentador que busca la manera más convincente para apartarnos de la verdad,
para alejarnos del bien!
Pero está claro que si no nos reconocemos pecadores no
vamos a convertirnos, no vamos a volver los ojos hacia Aquel que nos busca
incansablemente, pidiendo una respuesta de amor a cambio de su entrega
absoluta. Que desea más que nadie nuestra felicidad. Que nos invita a salir de
nuestro letargo, de nuestra comodidad e involucrarnos, llevando con nosotros la
alegría del Evangelio. Nos invita a “primerear” porque Él primereó primero,
valga la redundancia.
El Papa Francisco en la Evangelii Gaudium (1,
24) emplea el neologismo “primereando”. ¡Me gusta! Él se refiere a que la
comunidad evangelizadora ha experimentado el amor de Jesús, su infinita
misericordia y por eso “sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir
al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para
invitar a los excluidos”, obedeciendo al mandato misionero de Jesús.
Por el Bautismo es posible vivir como hombres nuevos,
resucitados. Por eso, para el cristiano creer en la resurrección significa
vivir en plenitud, responsablemente, asumiendo cada día el compromiso de amor
sellado en el Bautismo. Significa tener como meta la santidad. Significa
esperanza. Saberse pecador y luchar para ser mejor cada día. Pedir perdón y
perdonar de corazón. Significa creer en la continuidad de la vida
recibida en el Bautismo, en la vida para siempre cara a cara con el Amor.
Significa tener el coraje de “primerear” siempre cuando se trate de dar
testimonio de su fe, siguiendo las huellas de esa Madre primereadora, que
el Señor le regaló al pie de la cruz para que lo guíe por el camino de la
verdad, del bien, de la alegría, del verdadero amor.
¡Bendecida Cuaresma para todos!
Ana María Casal
(Pequeñas Semillitas)
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