EL MECÁNICO
El egoísmo es una triste realidad humana. Alguien
escribió con todo realismo: “Cada uno vive pensando en él mismo y no en Ud. ni
en mí. A cada cual le importa más su dolor de muelas que una epidemia que mate
dos millones en China, y le interesa más el forúnculo que tiene en el cuello
que 40 terremotos en Asia” (Dale Carnegie).
Un hombre llevó su auto a un taller mecánico. Mientras
esperaba al dueño, observó a uno de los empleados que arreglaba un coche. Quedó
maravillado por su prolijidad. El mecánico cambió el aceite, sin derramar ni
una gota, revisó el radiador, limpió el parabrisas, borrando cada mancha de
polvo y cada marca grasienta de huellas dactilares, se lavó las manos a la
perfección, y condujo el auto, despacio, fuera del garaje para aparcarlo en la
esquina. Entonces llegó el patrón, y el cliente le dijo, refiriéndose al
mecánico: — ¡Ese sí que es un verdadero mecánico! ¡Bah! —dijo el dueño,
despectivamente—, ¡ése es su propio coche!
Dios espera la colaboración de los hombres para su
plan de amor. El mal ha entrado en el mundo por la puerta del egoísmo humano,
que es negación del amor. “Este es mi mandamiento, —dijo Jesús— que se amen los
unos a los otros como yo los he amado”. Que el Padre misericordioso derrame
sobre ti el Espíritu del amor, que es el Espíritu de Jesús.
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