VALORAR
Vivir feliz es un arte. Y nada contribuye tanto a la
paz del corazón como valorar todo lo bueno, agradable y valioso de la propia
situación. Serás optimista y lleno de esperanza cuando te acostumbres a
detectar cada día todo lo que te da satisfacción y contento, todo lo que te
gratifica. Y sencillamente lo agradeces a Dios, sin compararte con los demás.
¿Por qué miras siempre hacia el otro lado? ¿Por qué
piensas siempre que los otros, amigos, conocidos y vecinos, son más dichosos, y
dices con ligereza: “A los otros les va mucho mejor, y yo que doy lo mejor de
mí, no llego a nada?” La otra orilla siempre es más bella. Yace muy lejos. Como
petrificado, miras fijamente hacia la bella claridad. Jamás tuviste en cuenta
que también los de la otra orilla te observan y piensan que posees mucha más
felicidad, pues ellos solo ven tu parte agradable. Tus pequeñas y grandes
preocupaciones no las conocen. Vivir feliz es un arte. Para ello conviene
sentirse satisfecho. La felicidad no está en la otra orilla. ¡Está en tu forma
de ver tu orilla! Aprecia la orilla donde Dios te puso, y no creas que la
otra es la mejor, pues Dios te puso donde debes estar.
Enumera los dones y talentos recibidos del Señor, y
agradécelos; incluso valora lo que encierra dolor y fracaso, porque hay también
la escondida sabiduría de convertir un menos en más, un fracaso en victoria y
una cruz en resurrección y vida. Que el Espíritu Santo te dé serenidad y
prudencia.
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